Después de la derrota de la derecha en las elecciones y pasado el clima de efervescencia política en que se encontraron sumidos, muchos de los derechistas más acérrimos han tratado de hacer girar su imaginación, lo que ha llevado a conocer relatos “sabrosos” de sus eximias ideas.
Antes de comenzar, recomendamos discreción y una lectura “con alturas de miras”. No nos hacemos cargo de lo escrito y el relato puede herir la inteligencia. Pero está basado en hechos reales.
Todo se sitúa en un coloquio entre inveterados adscritos a las ideas de la derecha, no decimos extrema derecha, porque todos piensan lo mismo.
En el calor de la conversación, a uno se le ocurre una idea innovadora: “¡tomémonos la Moneda!” La idea corrió como mecha ardiendo entre los camaradas. “Podemos hacerlo si juntamos los que se reúnen en Santiago”, pensó uno, pero se dio cuenta que el cálculo no funcionaba. La última vez habían bajado hasta la plaza “Baquedano” sólo hubo unos 50, contando a los treinta que pagaron. Para llegar a la Moneda -aún más abajo- llegarían como cinco
¿Cómo hacerlo?
En ese instante, otro interlocutor plantea que podrían juntar diez mil, “qué digo, diez mil, quince mil” en de todo el país. Así, confluyen en la Moneda y la asalten. Otro interviene: “digámosles a los camioneros que paren todo”. Pero el cálculo de nuevo fallaba: el monito baila con plata; los camioneros no se mueven, si no hay dinero de por medio.
Aún así persisten; que se muevan todos los patriotas de Chile y vengan todos a Santiago. Ahora ya no son cinco, sino doscientos cinco. Falta gente. De los cerebros que pensaban en la reunión online, uno se da cuenta que los que apoyan sus tendencias por twitter son hartos: “¡llamémoslos a que bajen con nosotros, se junten y vayamos todos a tomarnos la Moneda!” Algunos más sesudos quedaron con la cabeza adolorida de tanto pensar y no alcanzaron a percatarse que el llamado “ejército” de bots no es real, y también se moviliza con plata. Hicieron la suma: “ya somos diez mil doscientos cinco, ¡estamos alcanzando la meta!”
“Podemos llamar a cristianos, ex milicos, delincuentes, empresarios, venezolanos, parisinos y demases para que se movilicen desde todos lados a Santiago”, dice. Comienza a funcionar otra vez la imaginación, vendrían en avión y buses. Estaban en medio de ese trabajoso razonamiento, ya les salía humo por la cabeza, cuando se percatan de algo que no habían pensado (para variar): había que juntar plata para traerlos. En ese punto, la conversación comienza a perder la efervescencia del inicio. Otro salta, para mantener el impulso: “¡ya somos veinte mil doscientos cinco!” El entusiasmo es evidente. Ya hay una cifra exacta para tomarse la Moneda. Ya están a las tropas, y surgen los estrategas: hay que fijar la fecha. La calculan al ojo. Tiene que ser en enero, antes de que asuma la presidencia el ganador. Febrero, no, son vacaciones. Enero, entonces. Y uno pregunta: “tomamos la Moneda ¿y qué hacemos con Piñera?” La decisión es unánime, harán puré de él. En el intertanto, se imaginan cómo llegan corriendo militares y carabineros a apoyarlos. ¡Se ha ganado! ¡Victoria!
Entregados al bacanal, uno, un poco pesado, los interrumpe para recordar que igual hay que conseguir la plata para traer a la gente. No es problema. “¡Hacemos una vaca!”. Son tantos, sobrará efectivo, incluso, para el festejo posterior. Al hablar de dinero, de los cien patriotas en línea, se fueron los cinco que opinaban y se quedaron en el espacio virtual los noventa y cinco restantes, eran bots, insuflándose ánimo entre ellos “¡a la Moneda! ¡Ahora van a ver quiénes son los fascistas!”