La nueva épica

Hace mucho tiempo atrás, o quizás no sea tanto, la derecha política remarcaba insistentemente que debían crear un «relato», «construir una épica». Lo que querían decir, era inventar una historia. Un cuento que fuera creíble para el pueblo, para seguir engañándolo. Hoy día, otros, siguiendo el mismo camino, quieren escribirse una nueva épica.

La clase trabajadora no escribe épicas o historias de momentos importantes en los que han cambiado sus vidas o la de sus pueblos.

No lo hacen, porque ellos la viven durante el transcurso de toda su existencia.

Toda la vida es una lucha incansable por los derechos, propios y de los demás. Ir a escuelas en las que no hay condiciones para educarse, en las que los sostenedores -estatales o privados, poco importa- se roban lo destinado a la educación, en las que la desigualdad de clase es evidente. Jugar en canchas de tierra, en parques desolados, donde el deporte es unívoco, es parte del crecimiento. Enfermarse y esperar horas para que lo atiendan, lo vean y lo manden con un “calmante” a la casa; mejor es automedicarse y menos problema. Trabajar y estar siempre alerta al peligro de cometer algún error, de no hablar demás, de no ser estigmatizado como conflictivo; todo eso es parte de la vida. Cuidar siempre lo que se ha ganado y que no lo roben, de no caminar por tal lugar, de no parecer extraño para que no te lleven; todo eso da experiencia.

A veces damos un paso adelante, pese a que sabemos que no debemos hacerlo y, simplemente, decimos lo que pensamos. Y ello deriva en la conformación de un sindicato, de una junta de vecinos, de un club o de una organización política popular.

Continuamos adelante, nos unimos, nos organizamos y vencemos. Se hace una barricada, una huelga, un paro o una movilización de miles de personas; todo eso es parte de nuestra existencia como clase.

No escribimos épicas, porque vivimos la realidad. Cada cosa que pasa por nuestra vida se realiza en base al esfuerzo y la persistencia, la lucha y el trabajo, la unidad y la victoria.

Lo que hemos vivido nos hace creer en el Viejito Pascuero, porque le da paz a nuestros hijos y esperanza de un mundo mejor. Si no hay regalos, los hacemos. Si no hay Viejito Pascuero, nosotros lo representamos, porque hemos aprendido que nosotros podemos recrear una sociedad mejor, aunque sea sólo durante un instante. Aprendemos desde niños que el mejor regalo es estar unidos, que el mejor regalo es lo poco que te pueden dar, aunque no sea lo que pediste.

Nosotros no necesitamos decir de dónde venimos, qué hicimos para ayudar a los demás, dónde estudiamos, qué penurias hemos pasado en nuestras vidas, cuántos muertos hemos enterrado, cuántas veces nos han detenido por exigir lo justo. No necesitamos decir cuántas veces no nos ha alcanzado el dinero para la casa, cuántas veces hemos pedido prestado o hemos dado una mano a otros, cuántas veces nos han asaltado. No necesitamos andar diciéndoles a otros la historia de nuestras vidas, comunes y corrientes. No necesitamos de inventar historias de quiénes hemos sido o de nuestros perros.

La burguesía y sus partidos políticos, y quienes los apoyan, necesitan crear historias y “épicas”. Necesitan hacer creer a las personas que ellos han pasado las mismas “pellejerías” que una persona común y que entienden los pesares del pueblo.

Pero no es así. Existe una distancia abismante entre lo que ha vivido alguien que se ha educado en colegios particulares, no le ha faltado nada en su vida, ha ido a buenas universidades y no han trabajado en su vida. No es sólo la experiencia la diferente, sino que la visión de la sociedad es distinta, ya que, por necesidad surge la unidad, la fraternidad, la solidaridad, y la convicción de que, si queremos cambiar algo, sólo lo podemos hacer unidos a otros, no individualmente. Y quizás lo más apabullante e importante, que lo debemos hacer con la verdad, el respeto y la justicia.

Esa es la distancia insalvable entre nuestro pueblo y la burguesía, entre nosotros y sus políticos. No hay manera que resuelvan nuestros problemas, porque no son sus problemas.