El futuro gobierno no sigue la doctrina esbozada por su jefe, Gabriel Boric, que hablaba de “pasos cortos, pero firmes”. Se mueve, al contrario, como atleta o bailarín, en grandes trechos. Pero no para adelante, sino para atrás.
Algunos podrían reclamar que es aún muy temprano para ver el futuro del novel gobierno. Pero la marcha del neófito presidente y su cohorte es a paso ligero y, por momentos, de carga.
Se saltan las alambicadas barreras de la diplomacia, casi como si la juventud arrasara con obstáculos impuestos por tradiciones vetustas. Eso, al menos, es lo que piensan ellos. La realidad parece mostrar otra imagen, menos romántica.
Desde la hora en que se proclamó vencedor de las elecciones, comenzó una seguidilla de acciones inconexas que hablan de la falta de planificación y de preocupación por los detalles.
Saltar las vallas de protección para llegar al escenario; un discurso en que llama a tender puentes con sus contrarios, cuando está frente de sus votantes; ir a ver a Piñera, cuando era fundamental que el presidente saliente lo visitara a él, de manera de demostrar subordinación; quedar absorto frente a un busto de Allende; pequeñas cosas raras, en suma. Todo eso pueden ser minucias. Fijarse en ellas, incluso, podría revelar mala onda, porque no tienen por qué reflejar lo que será su gobierno.
Es cierto. Todo se puede deber a la inexperiencia, un pecado que no es tan grave, por que -casi, casi- se resuelve solo, con el paso del tiempo. Eso, entonces, se puede obviar.
Lo que no se puede obviar son las decisiones políticas que se están tomando y que van dibujando tempranamente el derrotero que seguirá el futuro gobierno. La posición frente a los presos políticos del levantamiento popular iniciado en octubre del 2019 es una de ellas. Primero, hacen promesas genéricas, después dicen que será “caso a caso”. El mismo planteamiento fue el seguido por los gobiernos de la Concertación que alargaron la prisión de los presos políticos de la dictadura, de manera que el último preso recién recuperó su libertad el año 2004.
Comparan las violaciones de los derechos humanos cometidas por el Estado con los supuestos daños causados por la movilización. Dos cosas diferentes se ponen en la misma balanza. Así, minimizan el valor del ser humano y sus pesares frente al dinero.
Poco les importa los 88.997 que fueron detenidos -legalmente, por eso existe el registro- en los primeros cuatro meses del levantamiento o los 5.558 fueron víctimas de diversos tipos de abusos -de nuevo, los que presentaron una denuncia formal al respecto-, o los 2.500 que pasaron por la prisión preventiva, sin contar con los que perdieron la vista y la vida.
Otra decisión política, que muestra la debilidad en que está sumergido el nuevo gobierno, es la necesidad de sumar partidos para que apoyen su gobierno. No les importa cuáles. La fórmula es ampliar su coalición, recreando una nueva Concertación. No les importa la inquina y el menosprecio del pueblo hacia los partidos del régimen.
Esas movidas no reflejan, como pretenden los apologistas del futuro Ejecutivo y su coalición, realismo o una conducta pragmática. Su consecuencia es, simplemente, olvidar las promesas de mejoras sociales que les granjearon la victoria o chutearlas hacia adelante, indefinidamente.
Como vemos un simple vislumbre indica el paso al que marcharán a partir de ahora: como el camarón o como Michael Jackson con su caminata lunar -el famoso Moonwalk-, en que avanzaba, pero, en realidad, iba para atrás.