Un mercenario en tu camino

Leopoldo López, uno de los jefes del golpismo venezolano, llegó a Chile. La razón de la visita no es difícil de descubrir. Pero su venida coincide con uno de los peores momentos de lo que fuera una gigantesca y multimillonaria máquina de corrupción, robo y crimen.

El hombre no pestañea. Nunca. Ni siquiera cuando volaron unos huevos en su dirección cuando entraba al ex Congreso en Santiago, para asistir a una reunión con los constituyentes pinochetistas.

Leopoldo López lleva mucho tiempo en este negocio. No se va a sobresaltar porque alguien le grite que es un vendido o un asesino o un ladrón. Tiene la mirada fija del fanático.

Su visita a Chile se vio coronada con un encuentro con José Antonio Kast. El guión para esa ocasión ya es tan antiguo que ambos se lo saben de memoria. Llevan años recitándolo.

Pero el “líder opositor” no puede ocultar que ya va en el ocaso de una carrera que, en algún momento, lo encumbraba como jefe de un régimen golpista en Venezuela.

Cuando ya estaba en Chile, la Asamblea General de Naciones Unidas aceptó las credenciales de la delegación venezolana ante la ONU. Así funciona la diplomacia: con ese acto, los países que habían reconocido, en su momento, a Juan Guaidó como “presidente legítimo”, podían dar marcha atrás, sin hacer mucho aspaviento y sin reconocer su participación en un fracasado plan golpista. Guaidió, por cierto, le había sido asignado esa espeluznante tarea por el propio Leopoldo López.

Hace un par de días, el chavismo se impuso con claridad a las fuerzas opositoras en las elecciones regionales.

Y, además, justo ahora, rompió con López otro de los capos de la oposición venezolana, Julio Borges, en medio de peleas por plata.

Y, claro, ahora López se junta con Kast, pero ¿y Piñera? Nada. López es hoy como el ex tóxico y manipulador que se quiere dejar atrás. Aunque, concedamos, conociendo a nuestro presidente, todo es posible.

Pasaron de ser galardonados y celebrados a ser ubicados, finalmente, en el margen mafioso al que pertenecen: los golpistas venezolanos son acaso la gente más patética, incompetente y estúpida del mundo.

Veamos. Reciben todo el apoyo político de los países más poderosos. Información, recursos, asistencia, asesoría. Los grandes medios de comunicación internacionales aceptan y divulgan su discurso sin crítica ni dudas. Además, obtienen, gratuita e ilegalmente, el control de empresas y fondos pertenecientes al Estado venezolano, situados en el exterior.

Y lo único que tienen que hacer es provocar la caída de un gobierno que había perdido popularidad, en medio de una situación económica y social catastrófica, provocada por el bloqueo dirigido en contra de su principal producto de exportación.

Además del dinero y el apoyo político, esos golpistas, sin duda, podían sumar un cierto respaldo en una parte de la población y, quizás, la pasividad de amplios sectores del pueblo, cansado y desgastado por las miserias cotidianas.

No parece tan difícil ¿verdad? Pero, aun así, fracasaron como sólo ellos lo saben hacer. ¿El dinero? Se lo robaron. ¿La cadena de bencineras Citgo y los lingotes de oro secuestrados por el Banco de Inglaterra? Los desvalijaron. ¿Los alimentos para el “corredor humanitario” que se pretendía abrir en Cúcuta en 2019? También se los llevaron para la casa.

López y compañía pertenecen a un grupo distinto al del antiguo régimen venezolano que fue sustituido por Chávez. Pero representan de manera concentrada su propensión a robar, mentir y matar.