Otra infamia que no olvidaremos

Los padres y familiares de Manuel Rebolledo, el joven asesinado un 21 de octubre, en pleno levantamiento, por Leonardo Medina, un infante de marina, fueron detenidos mientras protestaban contra del fallo que dejó en libertad al autor del crimen.

Luego que el pasado domingo se diera a conocer la pena en el fallo del caso contra el asesino de Manuel Rebolledo «El Polera», sus padres ya habían anunciado que no se quedarían de brazos cruzados. No lo aceptamos, dijeron con claridad. Y se referían al fallo, que finalmente, sirviendo a los intereses del régimen dejó en libertad y con firma mensual a quien le arrebatara la vida a su hijo.

Hoy demostraron con hechos lo que ayer declaraban. En Avenida Colón en la ciudad de Talcahuano, hubo cortes de ruta con barricadas, exigiendo justicia para Manuel Rebolledo, asesinado por el Infante de Marina Leonardo Medina. Justicia con mayúscula, sin espaldarazos para los asesinos. Justicia para restablecer los principios vulnerados. Que la protesta es legítima. Que no se reprime al pueblo que la ejerce. Que no se manda matar al pueblo. Que si alguien mata a quien ejerce ese derecho debe pagar con cárcel esa violencia. Que si ese delito es cometido por quien además tiene rol de garante, si es un funcionario del Estado, la pena debe ser ejemplar.

Pero en este país todavía gobiernan los corruptos. En este país los jueces sirven a esos intereses. Y los que dentro del régimen dicen representar los intereses del pueblo, no están como se dice en buen chileno, ni ahí con los sufrimientos del pueblo.

Así es como debemos entender la noticia de que el padre, la abuela y el hermano menor de edad de Manuel Rebolledo, legítimamente vulnerados en su derecho de obtener justicia, fueran detenidos hoy por carabineros, mientras protestaban contra el fallo inmoral. La obscenidad de esta medida, que encierra con diligencia al humilde y libera al que delinque ofende cualquier sentido moral.

Ellos, todos ellos. El régimen en su conjunto. El gobierno, los políticos, los jueces, las fuerzas de seguridad, han vuelto a las andadas. Están convencidos que la fuerza que empujó el levantamiento ha desaparecido. Por eso cruzan la línea del decoro una y otra vez. ¡Que equivocados están! Juegan con fuego. Nadie ha sido olvidado. Nada será perdonado.