El que se duerme…

El fracaso del cuarto retiro de los fondos previsionales en el Congreso debería servir de advertencia. Apenas se les da un pequeño, minúsculo, margen, los políticos del sistema, éstos creen que pueden hacer de las suyas impunemente. ¿Qué los envalentonó? ¿Será la agitación electoral? En cualquier caso: cuidado con dormirse, camarones y camaronas, que seguirle la corriente al régimen nos puede llevar a cualquier lado.

En realidad, ya se veía venir. Desde antes de las elecciones, el trámite del cuarto retiro de los fondos de las AFP venía medio trabado.

El ambiente electoral no ayudaba. Para empezar, todos estaban, por motivos diversos, inflando a Kast: la derecha, para mantener sus posiciones y deshacerse del candidato que les había impuesto Piñera, Sebastián Sichel; y en la “izquierda” también lo inflaban, porque Boric, con árbol y todo, sólo podía ganar, según el cálculo de sus estrategas, si se enfrentaba a Kast en segunda vuelta. ¡Y que no lo nieguen ahora!

Pero había otro factor. O, más bien, dos. El primero, las AFP habían incrementado su presión. Veían que la derechización electoral les podría abrir una vía para mantener su negocio. Están motivados. Y tienen incentivos para los honorables que, en tres ocasiones anteriores, habían aprobado los retiros.

El segundo factor, son, en el fondo, las mismas AFP, pero bajo otra forma: las compañías de seguros, que manejan las rentas vitalicias. Los capitales que las controlan son los mismos. El tercer retiro había incluido la posibilidad, para los pensionados bajo esa modalidad, de recuperar sus fondos. La reacción de esos capitales ha sido, dentro de todo, bastante medida o cauta. Pero la amenaza es clara: lanzar todo su poderío financiero, político y legal en contra del Estado chileno, incluso en instancias internacionales o ante la justicia estadounidense.

Frente a la magnitud de estas potenciales movidas, tratar con un par de senadores y diputados chilenos para que impidan la aprobación del cuarto retiro, en realidad, es un juego de niños.

Ya se notó en la Cámara de Diputados, en el primer trámite. El proyecto fue aprobado por un solo voto de ventaja. El candidato presidencial de Apruebo Dignidad, Gabriel Boric, se había declarado contrario al cuarto retiro. Después retrocedió, pero el Frente Amplio y el PC intentaron introducirle límites y letra chica.

En el Senado, la cosa ya se hizo más cuesta arriba. La presidenta del Senado, muy breve candidata presidencial de la Democracia Cristiana y ex directora de AFP Provida, Ximena Rincón, comenzó a dilatar y complicar el trámite. El presidente de la comisión de Constitución, Pedro Araya, ex DC, también hizo lo suyo. Se suponía que todas las idas y vueltas apuntaban a ponerles un freno a los retiros y, por lo pronto, excluir a las rentas vitalicias.

Pero entonces, apareció la senadora Carolina Goic. Súbitamente, la honorable senadora por Magallanes descubrió sus “convicciones”. Y esas eran contrarias a que los trabajadores recuperaran sus fondos y favorables a que los capitales los mantuvieran para su beneficio. En su propio partido recordaron la amistad de Goic con el gerente de la AFP Habitat, Juan Maximiliano Benavides, uno de los nombrados en los Panama Papers.

Con su voto, el proyecto fue rechazado en la cámara alta, sin que se pudieran negociar las modificaciones que pedían otros senadores de la ex-Concertación

Se formó una comisión mixta, que evacuaría un informe sólo después de las elecciones. Esa propuesta debía aprobarse o rechazarse en bloque por ambas cámaras. Y, de nuevo, la derecha impidió que las negociaciones quedaran plasmadas en el informe. Eso ya hacía improbable su aprobación.

El gobierno forzó su votación para este viernes, cuando se percató de que varios de los que habían aprobado el cuarto retiro en un inicio, justo, justo, estaban de viaje. El resultado es el que se preveía: rechazado por no alcanzar el quórum constitucional de 3/5 de los diputados en ejercicio.

Esta vez, se salieron con la suya.

Están como confiados. Se sienten, si no victoriosos, algo más seguros. Puede ser que la agitación electoral -ya se sabe: “hay que frenar al fascismo, nada más importa”- les favorezca.

Pero visto más de cerca, el aparente triunfalismo del régimen no vale gran cosa. Al menos, no es nada que un buen remezón popular no pueda corregir.

Pero eso, no se realiza en las urnas, sino en las calles, en las poblaciones, con organización y lucha.

Y que nadie le convenza de lo contrario, estimada lectora, querido lector, menos los que andan pidiendo votos.