La vida sigue igual

Para muchos la confrontación presidencial es la lucha más crucial en sus vidas, pues creen entender que está en disputa la continuación de Chile. Para la clase trabajadora que ha visto subir y caer gobiernos, es una contienda más, en la que no están invitados, ni son los protagonistas.

6 de diciembre de 2021

Las elecciones presidenciales de antaño eran luchas encarnizadas que duraban meses sin desgastar a los oponentes. No sólo se trataba de ganar al electorado a través de los medios de comunicación, sino que también se iba a terreno. Los candidatos se desplazaban por todo el país tratando de movilizar a sus adherentes, haciendo mítines, marchas y asambleas, en que los partidos políticos mostraban la fuerza que poseían en cada territorio. A medida que el tiempo fue pasando, el impulso de las campañas políticas se mediatizó, a través de la televisión y las grandes manifestaciones colectivas de los cierres de campaña, que incluían millares de personas.

No es que, como algunos dirían, “los tiempos pasados fueron mejores”, lo que sucedía es que las personas estaban más imbuidas en la lucha de los partidos políticos porque estos necesitaban nexo con la sociedad para mantenerse en sus posiciones, especialmente, los partidos que querían representar a las clases medias y populares. Los partidos de derecha tenían a sus votantes alineados con sus intereses y como dominaban gran parte del sector económico, no les era difícil “apretar” a los trabajadores que dependían de ellos para que votaran por sus candidatos.

Desde hace algunos lustros, se han ido diluyendo esas antiguas formas de llegar al votante. Quizás las últimas se dieron en las campañas del Sí y el No, y luego en las votaciones posteriores.

De ahí en adelante, los partidos políticos, como nunca antes, lograron unificar criterios en todo el espectro político y se dieron cuenta que la continuidad de su existencia ya no dependía de los votantes, sino de su capacidad de realizar negociaciones entre ellos y con los otros intereses del régimen dominante. El Congreso sería uno de los lugares predilectos para ello.

Las elecciones presidenciales, así, se convirtieron en meros trámites. Uno u otro sector del régimen accedería al gobierno, eso estaba garantizado y significaba que el régimen político podía durar décadas. Lo importante era hacer creer a los votantes cada cuatro años que, en la disputa por el gobierno, los partidos políticos siempre se jugaban la vida. Las diatribas incluían “capitalistas contra anticapitalistas”, “conservadores contra liberales”, “chavistas contra pinochetistas” e incluso peleas antiguas como “comunistas contra nazistas”. Las actuales elecciones no distan mucho de este esquema.

El único problema que surge es que todo eso funcionaba cuando los partidos políticos dominaban todo el quehacer político del país. Cuando ellos eran amos y señores, podían, incluso, perdonar a delincuentes, estafadores, corruptos, violadores, traficantes, etc., que pertenecían a su entorno, sin que nadie cuestionara lo que hacían.

Pero eso comenzó a terminar a fines del año 2000, y selló su termino el 18 de octubre del 2019. En ese momento, a través del fuego de las barricadas, de las marchas en las poblaciones, de las asambleas, de los incansables ciclistas, de los adolescentes, se vislumbraba la fuerza de la clase trabajadora que, lenta, pero persistentemente, mostraba la lucha latente de décadas. Eso fue reforzada más tarde con dos votaciones ajenas a los partidos políticos, donde se mostraba claramente quienes eran los enemigos del pueblo.

Hoy, en las elecciones actuales, pretenden que las personas retrocedan y confíen en ellos, pues proclaman que está en juego el destino del país. Uno de los candidatos hace el llamado a la burguesía y sus esbirros, diciéndole que el comunismo quiere tomarse el poder. El otro, llama a la clase media a parar a los nazis. Pero ni uno ni otro realmente llevan esa lucha. Al contrario, son más bien parecidos en la defensa del sistema, del negociado entre los partidos políticos, de la preeminencia de la burguesía y de la represión contra el pueblo.

En este entrevero, tratan de realzar las disputas y las contradicciones, y de mantener permanentemente en las mentes de las personas su política. Pero eso no resulta como quieren, porque los seguimos viendo como similares.

Secundarios marchan bajo la lluvia por sus demandas. Cañete. 2015.

Al final, la gran protagonista de la vida del país, la clase trabajadora, sabe que estas votaciones son para que ellos puedan seguir gobernando y reprimir, escudados en que fueron escogidos “democráticamente”. Saben que la lucha no estará en las votaciones manipuladas por ellos, sino que estará en las calles de las poblaciones, en las marchas secundarias, en las barricadas, en las demandas incumplidas, estará en cada mujer y hombre que se de cuenta que la única manera de cambiar todo lo existente es luchar para que la clase trabajadora se tome el poder, la verdadera protagonista de la historia.