La última salvación del sistema

Hace unas décadas que los partidos políticos están en decadencia o autodestruyéndose. Esto no es casual, responde a un distanciamiento del pueblo con quienes dicen representarlo.

En nuestro país, al comienzo de la independencia las facciones políticas representaban dos visiones diferentes de la realidad, por un lado, estaban los que planteaban una América liberada del yugo español y por el otro lado, los que querían la liberación solo del país.

En una primera instancia, ganaron los primeros, lo que llevó a ideas como una gran América o Colombia, refirmada por los Libertadores. A poco andar, el egoísmo y las ansias de riqueza comenzaron a permear a las jóvenes repúblicas, pero aún sobrevivía la unidad latinoamericana como queda en evidencia con la última aventura española en 1865 en las costas del Pacífico.

En el intertanto, partidos políticos se disputaban la preeminencia de sus ideas en el país, conservadores y liberales se enfrascaron en luchas continuas por el poder, como es previsible todos pertenecían a la clase burguesa.

Recién a comienzos del siglo XX aparece realmente en juego la clase trabajadora con representantes surgidos de sus filas y levantando demandas urgentes. Surgen partidos políticos que pretenden representar a los no representados, y tempranamente se sumergen en el juego, donde les hacen un espacio para que discutan sus pareceres en el Congreso.

Como antes, se siguen sucediendo periódicamente masacres y represiones contra la clase trabajadora, la esperanza que proponen los políticos es que lleguen al poder los que los representan para así cambiar de una vez las condiciones de los trabajadores.

A principios de los setenta se da esta opción, cuando las demás opciones ya no representaban lo que quería el pueblo, otra vez parece mezquino el voto, pues las votaciones obligan “democráticamente” a optar por uno y otro, quienes son puestos por el mismo sistema para darle continuidad. El problema de los años setenta no era el gobierno de Allende, sino el poder que había acumulado el pueblo por sobre los partidos políticos y que amenazaba con desbordarlos, lo que culminaría en su destrucción, frente a eso recurrieron para salvarse a gobiernos extranjeros que hicieron la tarea de preparar un golpe de Estado. Con “dinero se mueve el monito”, en este caso políticos y jefes de las fuerzas armadas, salvaron el sistema a un costo altísimo para ellos mismos.

El pueblo otra vez encauzó sus fuerzas y demostró una vez más, no solo con las protestas populares, sino también con el ataque directo a los asesinos, lo que otra vez encendió las luces de una posible llegada al poder del pueblo. La salvación del sistema ahora la dieron los partidos políticos, otra vez unidos a gobiernos extranjeros, que negociaron la salida de la dictadura. Esto probó ser otro error, pues los costos de nuevo fueron altos, la mentira y el engaño se impusieron, y tuvieron que seguir mintiendo y engañando para seguir en el poder, hasta que otra vez, de una manera frontal el pueblo les advirtió que las cosas no podían continuar sucediendo de la misma manera y que debían cambiar, esto se conoce como el levantamiento popular o el estallido social de octubre del 2019.

El sistema de nuevo peligra, porque el pueblo amenaza con tomarse el poder en cualquier momento. La primera forma de salvar el sistema fue la represión, pero no dio dividendos, luego fue la unión de los partidos políticos y la negociación para salvarse, que tampoco dio frutos. La última posibilidad que encontraron de salvarse son las votaciones, pero es insignificante si lo comparamos con el golpe de Estado o la negociación del fin de la dictadura.

Quieren salvar a un sistema poniendo en disputa a dos oponentes “contrarios”, ambos quieren seguir con el sistema, con los partidos políticos y con las diferencias de clase. Están defenestrados por los gobiernos extranjeros, ya no les ayudan y las soluciones son caseras, tratan de que las personas no se den cuenta que el engaño continúa. Salgan como salgan en las votaciones, no es la salvación. El pueblo verá como por última vez la burguesía y los partidos políticos trataron de mantenerse en el poder sin lograrlo. Lo cierto es que ya no hay ninguna fuerza que obstaculice la llegada del pueblo al poder.