Lo leyó usted antes aquí. Boric iba a ser el candidato del régimen y, por ende, el ganador, pero bajo una condición: debía someterse, con humillación, a la línea oficial. Lo hizo. Ahora las encuestas y favores oligárquicos lo premian a él y castigan a Kast.
Para la derecha, Kast es uno de ellos. De eso no hay duda. Es el hermano chico de Miguel Kast, ministro de Pinochet y Chicago Boy místico. Que no sea tan agudo, no importa. Es uno de los nuestros, dicen. Pero su grupo no cae bien; mucho medio pelo, mucho canuto, dicen por lo bajo -o no tanto, porque no les importa que los escuchen.
Los republicanos, como bautizó Kast a su claque, son una extraña mezcla. Inicialmente, sólo fueron una mini escisión de la UDI, pero con el tiempo se fueron sumando fanáticos religiosos. Los integristas católicos no son problema. Pero los pentecostales…, mejor, de lejos, creen en la derecha.
Además, sumaron un buen trozo del margen fascista, antivacunas, conspiranoicos y similares.
Todo eso también existe en los partidos de derecha establecidos, RN y la UDI. La diferencia es que está debidamente diluido, para no espantar a nadie.
Carlos Larraín resumió ese desprecio por Kast y su grupo: “lo conozco y me parece un hombre sumamente tranquilo y creíble. Ahora, que haya algunos locos chiflados en su equipo, quedó probado la semana pasada”. Nótese la maldad en el elogio: “es un hombre tranquilo”. Dile al zopenco que es reposado.
Esa es la derecha que, luego de desembarazarse, en una maniobra de un par de días, de Sebastián Sichel, la candidatura que les había impuesto Piñera, levantó e infló a Kast, también en una operación política clásica. Los medios de comunicación, las encuestadoras, los analistas “objetivos”, todos empezaron encontrarle, súbitamente, alguna gracia al hijo del dueño de la fábrica de salchichas.
El día de las elecciones del 21 de noviembre fue el paroxismo. Kast, básicamente, empató con Boric. Lo superó por 150 mil votos, una menudencia. Logró algo más de un octavo del electorado total, un poco sobre un cuarto de los que votaron. Pero para la opinión dominante fue ese el más resonante de los triunfos. “¡Chile cambió!”, celebraban.
La verdad es que a la derecha poco le importaba cómo le había ido a Kast. Estaban contentos porque habían logrado una participación suficiente en el Congreso, el verdadero centro político del régimen.
A partir de ese momento, la derecha empezó a disciplinar al pobre Kast. Le mandaron una delegación de tecnócratas, ligados a grandes empresas, para que se hicieran cargo de la parte económica. La UDI envió a un grupo de parlamentarias para imponerle una agenda “pro-mujer”. Lo obligaron a expulsar a uno de sus amigos, Johannes Kaiser, del Partido Republicano. Y lo tienen ahí, presionado y disminuido, que ya apenas asoma la nariz.
En lo que podría ser una pequeña rebelión en la granja, Kast anunció que partiría esta semana a Estados Unidos a una gira muy inusual, en plena campaña electoral y como si no tuviera que duplicar su votación en apenas tres semanas. Kast mantiene, desde hace tiempo, vínculos con grupos ultrarreaccionarios situados en el país norteamericano. No es raro, entonces, que el plato fuerte de su viaje sea un encuentro con el senador del estado de Florida Marco Rubio, uno de los instigadores de la fracasada intentona golpista en Venezuela en 2019.
Habrá que ver si trae fruta o, más bien, plata. Pero todo esto parece muy desesperado, improvisado y de última hora.
Y justo coincide con otro hecho: las encuestas, una formidable herramienta política. La Cadem, entre otras, lo ubica abajo, muy debajo de Boric. De hecho, la suerte de la elección parecería echada, si se le diera crédito.
El estudio de la encuestadora preferida del gobierno, además, contiene otros detalles interesantes. Entre los “temas relevantes para la segunda vuelta” aparece en primer lugar “derechos sociales”. El “orden público” que, según el relato oficial, había propulsado el alza de Kast, sólo está en el séptimo lugar, por debajo de “temas sobre la mujer”. Raro ¿no?
La verdad es que una victoria de Kast parece sumamente improbable, menos si se enfrenta a la neo-Concertación que, a falta de otros encantos, agita el fantasma del fascismo y la sagrada bandera del “mal menor” para conseguir votos.
El primer cálculo que habían hecho en la noche de las elecciones indicaba que, si Kast conseguía todos y cada uno de los votos de Sichel y todos los votos de Parisi, lograría una muy, muy estrecha victoria en segunda vuelta. Una semana después, parece que ni los votos de Sichel los tiene con seguridad. De hecho, el propio Kast le imploró que volviera de sus vacaciones en Vichuquén y lo ayudara un poquito; “todo se puede conversar”, ofreció.
El hecho concreto es que el desinfle de Kast está en pleno proceso, en la misma proporción en que Boric cumple con su dieta de derechización, y que no lo va a dejar más flaco, precisamente.
Para el régimen, las presidenciales tienen una importancia sólo accesoria. Lo única que importa es que quien dirija el gobierno se someta a las exigencias de mantener cohesionado al mismo régimen, en que colaboran y se apoyan todos los partidos, desde el pinochetismo hasta “la resistencia contra el fascismo”.