Conciencia de clase

Ayer preguntamos ¿dónde está Parisi? Y en la noche, ya lo respondía Daniel Jadue. No hablaba del distante economista, sino de sus votantes. Dijo que son individualistas, que piensan sólo en ganar dinero y que no tienen conciencia de clase. Políticamente, muy incorrecto todo; hoy tuvo que pedir perdón. Pero ¿tiene razón o no?

Daniel Jadue tiene una mala costumbre. Le gusta conversar con sus amigos, en este caso, el actor César Abu-Eid, en público, vía Youtube. En verdad, no hay gran diferencia entre lo que dice cuando se olvida de que lo están mirando con lo que afirma ante un auditorio, con un discurso preparado. Al fin y al cabo, es un político profesional.

Pero la comodidad del sillón de su oficina edilicia, las bromas con su interlocutor, un cierto relajo general, lo llevan bajar la guardia y, entonces, se mete en problemas.

Le preguntaron por los votantes de Parisi y cómo conquistarlos. Jadue no dudó: dijo que están concentrados en el norte, que son individualistas y que piensan sólo en la plata. Claramente, estaba pensando en los mineros del cobre, porque habló de los bonos de término de conflicto que, muchas veces, son muy altos. Y sentenció: no tienen conciencia de clase.

Nunca hay que hablar mal de los votantes: es una regla de oro en los períodos de elecciones. Menos, de los que se quiere ganar. Según ese parámetro, Jadue se había pifiado, y feo.

Fue la derecha la que, al instante, festinó el paso en falso. “¡Desprecia a la gente!”, alegaron ellos, tan respetuosos. Incluso, el ministro del Interior -su nombre se nos escapa en este momento, sepan disculpar- terció en esta anecdótica mini-polémica electoral.

Franco Parisi, desde Alabama, le respondió de buen humor. Dijo que eso de la plata, viniendo de alguien que ganaba seis millones de pesos y tenía cinco departamentos, no venía al caso. Y que, si tenía un problema con el Boric, que lo viera directamente con él, pero que no se metiera con sus votantes, que son “trabajadores” y “muy esforzados”.

Al rato, Jadue echó marcha atrás. “Lo que dije fue un error”, etcétera.

Pero ¿fue un error lo que dijo o fue haberlo dicho?

Porque pensar que a los votantes de Parisi les interesa ganar plata no es tan tirado de las de mechas: es de lo que más hablan. En los múltiples canales en redes sociales, el economista discurre principalmente sobre… dinero, “tu dinero”, agregaría, con énfasis. Y cómo esa plata se va en impuestos, a la bencina, al alcohol, el IVA… Las soluciones que propone, también, tienen la particularidad de que se expresan en dinero, constante y sonante. Basta con invertirlo bien, dice.

Eso es interesante, porque es súper concreto. Para qué prometer “prosperidad”, si puede ofrecer cash.

Pero Jadue, en su caracterización, se confunde. Porque de ganar dinero nos tenemos que preocupar todos. La diferencia está en quienes son trabajadores y quienes poseen capital.

Los primeros estamos obligados a trabajar. No hay vuelta que darle. Es la única forma de obtener el dinero para vivir. Tenemos que esforzarnos.

Los otros no tienen que preocuparse de qué van a vivir; ellos no necesitan trabajar. Cuando dicen “ganar dinero” se refieren a aumentar su capital. En este caso, el esfuerzo también lo ponemos nosotros.

Ahora, es verdad, hay gente que trabaja y tiene un capital; pequeño, se entiende. Son esos a los que se llama, en el más estricto rigor, pequeños burgueses.Hay, por ejemplo, quienes tienen que trabajar y, al mismo tiempo, son rentistas, o sea, tienen unas inversiones, o son dueños un negocio, que atienden, o de tierras, que cultivan, o de unos inmuebles, que dan en arriendo. Hay otras capas de la sociedad que asimilan a los pequeños burgueses, por ejemplo, muchos políticos -diputados, alcaldes, etc.-, pero ese es otro asunto; estamos viendo la idea general.

La clase trabajadora es la que tiene trabajar para vivir. Su condición es relativamente similar. Relativamente, porque hay trabajadores que ganan mucho, como los mineros, y, otros, que están al límite. Lo que tienen en común es que, bajo el capitalismo, son ellos los que es esfuerzan para que los otros aumenten su capital.

La conciencia de clase de la que habla Jadue, no es votar por Parisi, Boric o Kast, como él parece creer.

No es darse cuenta de algo, como, sin duda, Jadue -que gana, dicen, seis millones y tiene departamentos- se dio cuenta en algún momento que el capitalismo era un sistema injusto. Podría haberse hecho el leso. Pero, no. Se hizo comunista. Bien, pues.

Pero la conciencia de clase, de la clase trabajadora, no tiene nada que ver con eso. Todo trabajador -ya sea que vote por Kast o Parisi o Boric o Artés o Provoste o ME-O o, como la mayoría, no vote por ninguno de ellos- sabe eso, ya se dio cuenta cómo funciona esta sociedad.

La conciencia de clase ocurre cuando los trabajadores dicen ‘vamos a pelear por nuestros derechos, por lo que nos corresponde’ -por ganar más plata, por ejemplo, pero también por el poder del Estado. Vamos a luchar, no solos, juntos.

Nunca más solos. Esa frase, que creó nuestra clase trabajadora -los portuarios, para ser más precisos- es la síntesis de la conciencia de clase.  

Si es muy corta, demasiado sintética, hagámosla más larga.

“Las relaciones económicas primero convirtieron a la masa de la población en trabajadores. El dominio del capital creó para esa masa una situación común, intereses comunes. Así, esa masa es, frente al capital, una clase, pero no para sí misma. En la lucha esa masa se junta, se constituye como clase para sí misma. Los intereses que defiende son intereses de clase. Pero toda lucha de clase contra clase es una lucha política.” Lo dijo, así, tal cual, Carlos Marx, ese mismo.

Cuando dice “lucha política” no se refiere a las elecciones, habla de tomarse el poder o habla, por último, del proceso en que la clase trabajadora afirma sus intereses frente a la burguesía, día a día. Y ahí, los candidatos de la burguesía, sean de izquierda, centro o derecha, poco tienen que decir.

Los votantes de Parisi -ya sabemos, los mineros con la 4×4, hijos en la universidad, parka North Face, casa propia y que quieren uno bono más alto- tienen tanta conciencia de clase como las chicas que trabajan de cajeras en el Líder y no votan a ninguno de esos, porque son todos iguales, o el profesor que emite su sufragio por Boric, para “parar el fascismo”.

Tienen la misma conciencia de clase, bajo una condición: en la medida en que luchen por su clase, sus derechos, sus intereses; en que se junten con los vecinos, en que se organicen, en que la peleen en el sindicato, en que reconozcan a su enemigo.

Y ocurre lo siguiente. La conciencia de clase, que no es más que la lucha activa, cada vez más constante, deriva en otra cosa: en poder. Ese es el momento cuando la lucha se vuelve clase contra clase, o sea, política.

La importancia del levantamiento popular del 18 de octubre, que ahora todos desconocen, no tiene que ver con la asamblea constituyente o con las demandas sociales o con que se fuera Piñera o que Chile despertó. Todo eso ocurrió, sin duda. Pero ya pasó.

Lo que sí sigue, pero con otras formas, más claras, más definidas, menos ¿cómo decirlo?  pequeñoburguesas, es el desarrollo de ese poder, la expansión, en la lucha, de esa conciencia de clase, que se enfoca a conquistar todo el poder.

Quien subestime eso, que lo haga por su propia cuenta y riesgo.