¿Dónde está Parisi?

Los partidos ya sacaron las cuentas, los especialistas corrieron los software de simulación estadística, los expertos revisaron todas las mesas electorales, y los números no cuadran. O, mejor dicho, sí, pero a condición de que el resultado de la elección dependa de lo que diga… Franco Parisi.

25,83+11,6+1,47+7,6=46,5. Esa es la suma de Boric (no la hizo él, por supuesto). Mientras, la derecha cuenta así: 27,91+12,78=40,69. No alcanza. El número mágico para ganar la presidencia es 50 o, si se quiere, 50,001% (en teoría, podrían ser muchas más decimales, pero eso sería otro lío).  

Ninguno de los bandos seriamente contempla la posibilidad de que un aumento de la participación electoral pueda variar la correlación de fuerzas.

Así, sólo quedan 899 mil votos, 12,8%, que sí podrían marcar la diferencia requerida. Único problema: esos pertenecen a Franco Parisi.  

Parisi, un candidato, literalmente, distante, alcanzó el tercer lugar. A diferencia de 2013, cuando se postuló por primera vez y el destino del 10% que alcanzó entonces no fue objeto de un mayor escrutinio, su fuerza política parece ahora algo más estructurada. Por lo pronto, alguien que alcanza casi el 13% sin estar en el país y que hace campaña por zoom, posiblemente tenga una adhesión más fiel y más personalista que los otros candidatos.

Pero, además, ahora tiene un partido. El Partido de la Gente parte de una postura centrista, sin ideología, instrumental a quien lo maneja. Junta a… gente, sin grandes discusiones ni definiciones. Es similar a una secta como la masonería, que busca asegurar un poder tras bambalinas, recibiendo a personas con diversas tendencias políticas.

¿Qué quiere esa gente? Para la derecha y la neo-Concertación esa pregunta es muy concreta: ¿qué quieren a cambio de apoyarnos?

En la derecha se muestran confiados en que lograrán arrastrarlos a su lado, pero el propio Parisi es un poco más complicado.

Dijo que Boric y su grupo son “unos cuiquitos millonarios que quieren ser revolucionarios”, algo que, incidentalmente, no es verdad, porque quieren otra cosa, pero alguien, igual, podría pensar que se parece, de lejos, a la realidad.

Antes de las elecciones, en octubre, señaló que “Kast no va a poder gobernar, porque en Chile no hay cabida para la extrema derecha. Difícilmente va a poder ganar y, peor aún, yo veo imposible que pueda gobernar. Piñera no pudo gobernar”. Esa apreciación sí es más exacta.

Y da un consejo: “compren dólares”. Ahí, también tiene razón, aunque sólo los ricos pueden seguir la recomendación. Un gobierno encabezado por Kast promovería de tal manera la efervescencia social, que difícilmente los inversionistas externos quieran acercarse a Chile. Y uno de Boric, no sería muy distinto.

Y señala: “lo que pasó a partir del 18 de octubre, es porque la gente se cansó del abuso de la extrema derecha y la derecha, amparados por la izquierda. Lo que pasó fue que les mataron la ilusión de la educación pública, de la casa propia, de poder surgir”.

De nuevo, los términos son poco claros, pero descifrando el mensaje, lo que dice es verdad: el pueblo se cansó del abuso de la burguesía expresado a través de los partidos políticos del sistema, que los único que hacen y han hecho es defender a una clase social, enriquecerse e impedir que los trabajadores y sus familias puedan acceder a la riqueza y que deben recibir sólo las migajas que le tiran los que están en el poder.

Esa una característica del populismo centrista, como el que practica Parisi: embolina la perdiz, pero debe hacerlo sobre la base de una referencia, al menos, a la realidad.

Su verborrea es impactante, si se la contrasta con el discurso del candidato neoconcertacionista. Incluso, en esas expresiones, parece que se encuentra más a la izquierda que Boric (lo que no podría ser, ya que se lo asociaba a la derecha).

Esto nos deja alelados, porque en los últimos días, el susodicho presidenciable buscaba votos hacia la centroderecha.

Parisi sigue a la espera de ofertas a cambio de gestos de apoyo a un lado u otro.

Por eso no dice la simple y llana verdad: los votos para ganar, si alguien los quiere, están en proclamar soluciones a las demandas populares, y no en ser un operador de los intereses de la burguesía.

Igual parece que, desde Birmingham, Alabama, la cosa se ve un poco más clara que desde arriba de un árbol o a sus pies.