¡Lo hicieron tortilla!

La gente de la José María Caro es muy buena onda, pero de cocina no sabe nada. Gastaron una docena de huevos en José Antonio Kast, hasta que, por la agitación y el calor del momento, quedó hecho tortilla. Pero ¿quién querría comer algo así?

José Antonio Kast tiene un problema. Le gusta. Su carrera solista en política la comenzó con una gira de visitas a universidades, donde el puñado de incels (búsquelo en Wikipedia, no vamos a explicar eso aquí) que lo siguen, armaban “charlas” y “encuentros” para su gran líder.

Pero la idea era provocar. A ver qué pasaba. Bueno, en más de una ocasión recibió lo que pedía: unas buenas patadas en el trasero. Los puntapiés iban a ese lugar específico por una razón muy simple: siempre sale corriendo.

Ahora, lo hizo de nuevo. Pero no en un centro de educación superior. Fue a la José María Caro. En escala futbolística, es como saltar de las canchas de Iván Zamorano al Maracaná. Y a perder. Por goleada.

El problema es que, esta vez, no fue solo. Kast, para que no lo asusten ni le peguen, tiene a su disposición un batallón completo de carabineros, entre PPI, COP y pacos de tela. Y esos empezaron a molestar a la gente mucho antes de que llegara la comitiva de Kast y la prensa.

De lo contrario, quizás muchos no se habrían enterado, porque la “actividad” de Kast no consistía precisamente en recorrer el lugar a pie. Cuando se juntó una muchedumbre que exigía que se fuera, el candidato se escondió en la casa en la que se había encerrado.

Afuera, los pacos hacían de las suyas.

Cuando salió, pasó lo de los huevos, que es muy criticable. No se entienden estos excesos. Es aceite, papas, sal, cebolla, (o no, eso ya es una pelea de españoles). ¡Con eso se hace tortilla! La idea de prepararla con… ¡un Kast! es realmente un despropósito. Además una parte de los huevos se perdió, un paco los atajó con el maletín más grande del mundo; vea la foto abajo.

A esta singular tortilla se sumaron, obviamente, las lágrimas del candidato, que lloró de lo lindo. Kast denunció que habían agredido a una asesora suya. En verdad, esa señora se tiró como Neymar cuando alguien le tocó el hombro; justo al lado estaba el jefe del comando de Kast, un tipo del tamaño y peso de un novillo regular, pero que parece que, en ese preciso momento, se había acordado de algo muy, muy triste, porque lloraba tanto que no pudo intervenir.

Una pena.

El contrincante de Kast, Yellow, no pudo sino solidarizar con el representante “de la derecha pinochetista, autoritaria, fascista, que significa un retroceso en todo lo alcanzado, bla, bla, bla…”.

“A mí también me ha tocado vivir situaciones parecidas”, se lamentó.

Exacto. ¿Por qué será?