Farsa, farsa y farsa. El mercado político del Congreso Nacional nos dispensó tres en un día: la acusación constitucional en contra de Piñera, la extensión del estado de excepción y el rechazo del cuarto retiro.
El diputado Jaime Naranjo se convirtió en el más improbable de los héroes parlamentarios, al menos a los ojos de sus correligionarios. Había logrado hablar por casi 15 horas, para asegurar la llegada de dos diputados, que garantizarían la aprobación de la acusación constitucional en contra de Sebastián Piñera.
Lo que seguramente no supieron valorar quienes lo celebraron, fue la verbosidad del abogado defensor del presidente, Jorge Gálvez. Incitado por los furiosos ministros y funcionarios que asistían a la sesión, habló por cinco horas, hasta la mañana.
Es cierto, quedó lejos de la marca de Naranjo, pero, a diferencia del diputado, Gálvez no leyó su alocución. Los argumentos, contradictorios, falaces, sofistas, leguleyos, fluían espontáneamente de su cerebro hacia su boca, mientras agitaba los brazos para enfatizar un punto u otro. Por ejemplo, la insinuación de que Piñera podría recurrir a organismos internacionales si es destituido. O su reclamo de que la afectación al honor de la nación, una de las causales previstas en la constitución, debía ser grave y que, en realidad, la nación, de egregia existencia, no podía ser tocada por el deshonor de sus gobernantes.
Toda esa sarta de estupidez quedó sin respuesta porque, todos lo sabían, el asunto ya estaba cocinado. Se aprobaría la acusación en la cámara baja, y se va a rechazar en el Senado. Además, ya habían arreglado los honorables diputados que aprobarían la extensión de un estado de excepción constitucional impulsado por la misma persona que ellos, horas antes, habían declarado objeto de un proceso de destitución.
También estaba acordado que, en el Senado, a la misma hora, se rechazaría, por un solo voto, el cuarto retiro de los fondos de las AFP.
Así, un politiquero de cuarta es elevado a luchador social por sus ansias de figuración y el aguante de su labia y de su trasero; una senadora que va de salida y que necesita recursos para “reinventarse”, es declarada una mártir de sus convicciones, por defender a las AFP.
Y un montón de supuestos demócratas se convierten alegremente en cómplices y facilitadores de la represión.
Todo es igual, nada es mejor, diríamos, parafraseando al famoso Cambalache, que agregaba que “no hay aplaza’os, ¿qué va a haber?/Ni escalafón/Los inmorales nos han iguala’o/Si uno vive en la impostura y otro afana en su ambición/Da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos/Caradura o polizón”.
Los que quisieran llorar ante tanta impudicia, bien podrían tener en cuenta lo que canta otro tango, compuesto por Manuel Romero y Enrique Delfino. Sería hora ya de acercarles sus versos a nuestros deshonorables:
“Cachorro de bacán,/andá achicando el tren;/los ricos hoy están/al borde del sartén./El vento del cobán,/el auto y la mansión,/bien pronto rajarán/por un escotillón.
Parece que está lista y ha rumbiao/la bronca sovietista pa’ este lao;/tendrás que laburar pa’ morfar…
¡Ya está! ¡Llegó!/¡No hay más que hablar!/Se viene la maroma sovietista./Los orres ya están hartos de morfar salame y pan/y hoy quieren comer ostras con sauternes y champán.”