Boric: dulce o truco

El programa de Boric es un reflejo fiel de las políticas seguidas -no en los últimos 30 años, eso sería exagerar- pero en los últimos 10. Las reformas falsas de Bachelet, los engaños verdaderos de Piñera: todo eso adosado a una retórica feminista y ambiental. Pero, pese al continuismo, igual Boric sigue a la defensiva. Le van a pedir que ceda más si quiere llegar a La Moneda.

De repente, a uno se le cayó la chaucha: ¡por eso en el Jumbo estaban vendiendo disfraces de esqueletos, vampiros y de payasos asesinos! Es… ¡Halloween!

La noticia impactó como la proverbial bomba en el comando de Gabriel Boric: “¡Halloween! ¿Qué vamos a hacer ahora?” Se inició una larga cadena en el grupo de Whatsapp. Los menos resueltos, los más miedosos -o sea, casi todos- estaban devastados. Algunos insistían que no quedaba otra, había que “asumir el costo, nomás”. Otros pintaban el oscuro, oscuro, escenario que se abría: “van a decir que no somos profesionales, que no sabemos gobernar”. Uno de ellos sentenció, apesadumbrado: “le abrimos el camino al fascismo; pasarán, como en Madrid en 1939”.

Finalmente, el que toma las decisiones, el Yoryo, Giorgio Jackson, tomó la decisión. “Vamos a aplazarlo todo un día. Aprovechamos el domingo para calentar el ambiente”.

El problema que estaban resolviendo era la fecha de la presentación del programa de presidencial de Gabriel Boric. Se había preparado todo para el domingo 31 de noviembre. Pero como ese día era, como ya vimos, Noche de Brujas, decidieron correrlo para este lunes.

Según informó -sin ningún viso de ironía o asombro- el diario La Tercera, “advirtieron que la coincidencia con Halloween podría prestarse para algunas bromas o fakes, en momentos en que el equipo de José Antonio Kast redobló su estrategia en redes sociales como TikTok. ‘Podían salir a decir que el programa es dulce o truco, o usar la festividad para decir que el programa te lo promete todo, da miedo o que no tiene financiamiento…’, explica un miembro del comando”.

Qué bueno, entonces, que lo dejaron para el día siguiente, cuando El Mercurio publicó una entrevista a Sebastián Depolo, quien es secretario general de Revolución Democrática, candidato a senador y, en general, uno de los operadores políticos principales del Frente Amplio. Lo que dijo no merece mucha atención. Fue el titular el que los liquidó: “Vamos a meterle inestabilidad al país porque vamos a hacer transformaciones importantes”. Así es El Mercurio. Malo.

Obviamente, no dijo inestabilidad en ese sentido, sino en… otro… de hecho, es todo lo contrario. Pero con la frase se le cayó el Halloween a Boric. Los mejores amigos abandonaron al Depolo, por amateur. Los aliados comunistas se distanciaron –“ellos cometen los errores y después la culpa es del PC”, dijo uno- y los adversarios se lanzaron en contra del atribulado joven de la izquierda liberal como una horda de niños disfrazados sobre un paquete de golosinas.

El hecho es que lo del programa, tan cuidadosamente preparado, en la Casa de la Cultura de -dónde más- Ñuñoa, salió para atrás.

Y tanto esfuerzo que le habían puesto. Porque no deja de ser un trabajo, en las actuales circunstancias, adaptar las políticas de Piñera y Bachelet y presentarlas como un programa de transformaciones. Lo de Piñera podría parecer sorprendente, pero su plan de reactivación económica descansa en la continuidad de las políticas aplicadas por el actual gobierno, subsidios a las empresas, aunque con una “perspectiva de género”, planes públicos de empleos, pero “verdes”: se privilegiará la construcción de ciclovías.

Otra influencia de Piñera es la mala costumbre de prometer cosas que deberán realizar los gobiernos siguientes, como una reforma tributaria de ocho años que, expresamente, no toca el impuesto a las grandes empresas (el de primera categoría, o sea, el que afecta a las rentas del capital) ni los regímenes especiales -y favorables- para los inversionistas extranjeros.  

Y de Bachelet es -quizás no siempre en términos concretos, pero en espíritu, en cualquier caso- todo lo demás.

Lo que no pensaron los cerebros de la izquierda liberal es que, con ese proceder, no habrá ni transformaciones ni estabilidad.