¡A la revolución!

El llamado surge del Partido de los Trabajadores. Analiza el 18 de octubre y su significado. Fija posición, define tareas y objetivos, incluida la preparación de un paro nacional.

A las puertas de la segunda conmemoración del 18 de octubre el Partido de los Trabajadores lanza su llamado. Y es sin medias tintas. Para quienes lo lean completo -es extenso- les quedará al menos una idea repicando como campana. El llamado para las mujeres y hombres de Chile es ¡A la revolución!.

Créanlo o no, queridos lectores, mientras la escena nacional sustentada por los partidos del régimen están completamente orientados a las elecciones de noviembre, al igual que los medios de comunicación, el Partido de los Trabajadores replica con su urgente llamado y ofrece un análisis del acontecer nacional diametralmente opuesto, radical y definitorio.

Se encargan de recordarnos que para el 15 de octubre de 2019, la vida transcurría en aparente calma en nuestro país, aunque el ambiente, y «las chispas las veían todos, pero pocos se fijaron en cómo se encendía la llama», o lo que en palabras de un anodino miembro de la burguesía los hechos convertirían en la más famosa frase: «Esto no prendió, cabros». Porque, tal como todos sabemos, 72 horas más tarde vendría «el estallido». Ya nadie pudo desviar la mirada.

Concluyen que «las fuerzas que realizaron el levantamiento ya estaban ahí actuando, antes de él». Que, ese levantamiento, es el resultado de la experiencia del pueblo de Chile. Que esas fuerzas «ahora están ahí, actuando después de él», y que se trata del poder de los trabajadores, «incompleto, asediado, pero también activo y amenazante para el régimen y el dominio burgués».

¿Y cuál es «la tarea del día» según este llamado?. Analizar lo que ha faltado hasta ahora para asegurar la victoria política y social, nada más y nada menos, que de ese poder, el de los trabajadores, para construir un mundo nuevo, para derrocar el régimen, hundir a la clase dominante, y terminar con todo esto.

Si se trata de decir las cosas por su nombre, la proclama no se queda atrás, el llamado es ¡a cambiarlo todo!.

Distinto a otros muchos análisis que se hayan leído, éste plantea que el 18 de octubre, más allá de todos sus nuevos símbolos y expresiones, es «un eslabón más en una cadena de luchas». Y que la historia que hacen lo pueblos es finalmente el conjunto de nuestra existencia, con todas sus acciones cotidianas y que parecieran no ser extraordinarias.

Y, afirman: «La clase trabajadora chilena tiene una historia única en América Latina […] la clase trabajadora de nuestro país se ha forjado y ha resurgido siempre sola.» Después del golpe del ’73, sin sus organizaciones, habiendo perdido a sus mejores líderes y representantes políticos, se rearmó por sus propias fuerzas. Y con la democracia pactada post dictadura, la labor de de rearmarse, retomar la lucha, delinear su opción, la hizo nuevamente sola.

Y afirman para concluir: «el 18 de octubre no es un estallido. Dos décadas de luchas lo precedieron y lo prepararon.» A partir de acá la separación entre dos poderes está marcada a fuego. Es, dicen, el poder de la burguesía y el poder de los trabajadores.

Cuando, a dos años del levantamiento, nada ha cambiado aún, debemos mirarlo, dice la proclama, tomando en cuenta lo que provocó la pandemia: «la mayor disrupción de la vida social cotidiana que se haya conocido a esta escala.» Pero en medio de esa situación la presencia del poder de los trabajadores se manifestó. Y, hay que decirlo, de eso pueden dar fe y testimonio todos los hombres y mujeres en cada una de las poblaciones de la patria. Uniendo, organizando, apoyando a la sobrevivencia, en las ollas comunes, cooperativas para comprar, manteniendo la orientación, sosteniendo las demandas, todas y cada una de las que existían antes del levantamiento, y por las cuales se salió a la calle, y la nueva y urgente, por su valor y contenido: la libertad de los presos políticos.

Reparten un par de combos a quien le corresponda: «los pusilánimes de la revolución, los doctos retardatarios de todos los tiempos» pondrán obstáculos, el mayor de ellos, seguro lo oirán desde todas sus tribunas, es la falta de «la organización de clase que la una en torno a un objetivo revolucionario. Sólo si hay una organización, dictan, se puede luchar.»

Pero léanlo acá, queridos lectores, así lo subraya la proclama: «La verdad, sin embargo, es que la organización-es decir, una voluntad colectiva, una unidad política, métodos y formas de lucha compartidos, una conducción común- se construye en la lucha. Y esto no es un lugar común, sino la verdad histórica de toda revolución«.

El llamado, pone también a la orden del día, el programa que en algún momento el propio Partido de los Trabajadores levantó, y que contiene las demandas que el pueblo ha manifestado por décadas.

Como toda lucha por el poder, aclara el llamado, «parte de la capacidad de aunar las reivindicaciones que aparecen aisladas y darle una forma común. La preparación para la liberación parte de lo pequeño y se amplifica y agranda mediante la lucha cotidiana».

El primer objetivo es «la preparación de un paro nacional que englobe las demandas más urgentes de nuestro pueblo, y las exprese en una plataforma definida.» El objetivo del paro nacional es emprender movilizaciones en todo el territorio nacional, golpear duramente a la reacción y poner a raya a las fuerzas represivas. Esta es una etapa necesaria, intermedia, en el proceso de la toma de poder. «Significa, en lo medular, un salto en la organización de los trabajadores, la delineación de su fuerza, el fortalecimiento de su unidad y la consolidación de una conducción política revolucionaria».

Terminan diciendo: «Nosotros no estamos solos. En todo el mundo, la necesidad de cambiarlo todo se manifiesta en incesantes chispas que encenderán la llama revolucionaria. Pero es el pueblo el que tiene una responsabilidad que contrajo en aquel octubre. La tiene frente a sí mismo, por los sacrificios realizados, por los caídos, por sus mártires, por la humanidad que contienen las esperanzas para nuestros hijos. Pero también frente al mundo, frente a otros pueblos que esperan una señal, que esperan cómo un martillo les golpee la conciencia con la consiga: ¡a la revolución!«

Quedaron avisados.