El duro inicio de una huelga en las plantas de la fabricante de maquinaria pesada John Deere marca un momento de ascenso en la lucha de los trabajadores en Estados Unidos. Más allá de las diferencias de raza o políticas, los trabajadores crean su unidad en la lucha.
“Aquí apareció un muchacho que iba a entrar a trabajar el próximo lunes y se sumó al piquete. Ni siquiera está contratado y está en huelga… Y sigue aquí, en el piquete. De eso se trata la solidaridad: es gente que trata de sobrevivir, que trata de hacer algo por sus familias.” Es la voz emocionada de uno de los trabajadores veteranos de la planta de John Deere en Ottumwa, en el estado de Iowa.
Las máquinas John Deere las conocemos acá en Chile: cargadoras, retros, topadoras y, en faenas agrícolas, tractores, cosechadoras, etc. Todo grande, todo bueno y todo caro. Pero alguien las hace. Los trabajadores de 14 de plantas de la compañía entraron en huelga este jueves. Previamente, habían rechazado, con un 90%, una propuesta de contrato colectivo acordada entre la empresa y sus dirigentes sindicales, la UAW.
Son de 10 mil operarios, en fábricas emplazadas, sobre todo, en estados y localidades predominantemente rurales, como Iowa, Wisconsin, Kansas, Colorado, Georgia e Illinois.
Se trata de la mayor huelga del sector privado desde el paro en General Motors hace dos años.
Los piquetes o picket lines son la forma en que se impide la entrada de los rompehuelgas. Comúnmente eso se hace caminando en círculos, un resquicio legal para evitar ser perseguidos por la policía por bloquear la entrada a las fábricas o edificios con un grupo fijo de personas o por realizar una manifestación no autorizada. Además, el que trata de meterse entre medio, fácilmente podría ser empujado por el que sigue. Lamentable, por supuesto, pero así es la física de los cuerpos en movimiento.
Las líneas de piquetes ya han “convencido” a numerosos choferes de camión a no entrar a las instalaciones de John Deere. En otra ocasión, los trabajadores recibieron el apoyo de motoqueros locales que, con sus máquinas, obstaculizaron la entrada de buses que transportaban rompehuelgas. Así son los amigos.
Otra huelga que se realiza en estos días ocurre en las plantas de cereales de Kellog’s. Y pronto podría decidirse si se realiza una mega-paralización de los tramoyas y técnicos de la industria de Hollywood: son más de 60 mil trabajadores. A ver cómo, entonces, hacen las series y las películas de súper héroes. Adicionalmente, se registran conflictos laborales en numerosos centros médicos privados, como en la cadena Kaiser Permanente, en California.
Todas estas peleas ocurren en el contexto de la crisis de la post-pandemia. Se trata, invariablemente de rubros que anotaron grandes utilidades en este período: alimentación y equipamiento para la agricultura, la entretención vía streaming y el negocio de la salud. Y, también, invariablemente, las ganancias se obtuvieron no sólo por el incremento relativo de precios y de la demanda, sino también por un aumento de la explotación a los trabajadores. Los empleados de Kellog’s, por ejemplo, reclaman en contra de la práctica de imponer, arbitrariamente y sin aviso previo, turnos dobles: en total 16 horas continuas de trabajo.
Las demandas de mejoramiento de las condiciones laborales, en los seguros de salud y en los sueldos, reflejan también las alzas en los productos básicos, alimentos, bencina, arriendos y el deterioro de las prestaciones sanitarias privadas, que priman en Estados Unidos.
Pero también muestran la faz del período que se abre en todo el mundo: grandes luchas de los trabajadores en medio de una crisis que se profundiza.