El secuestro de un paco

Hoy, en un control vehicular en Talca, dos mujeres que no tenían placa patente única en su moto, huyeron de los pacos, fueron seguidas hasta su casa, de donde salieron sus familiares a interponerse a la detención, lo que pasó después fue una pelea entre pacos y civiles, dentro del jardín de la casa. Según las grabaciones de testigos, los pacos actuaron fuera de los procedimientos y con fuerza excesiva.

13 de octubre de 2021

Todo transcurría con normalidad en 8 Oriente, en Talca. Estábamos haciendo algunos controles vehiculares, la vida era plácida, de repente una moto pasa soplada y casi se lleva al Charlie, nos subimos a las motos y fuimos tras las dos Julietas que escapaban “hecho un peo” por la avenida. Aló central perseguimos a móvil, éramos los cabos Pablo Mancilla y Charlie Herrera y casi alcanzamos a las ladies, y se sacaron la chucha casi al llegar a una casa. Nos bajamos de las motos, y cuando las íbamos a ayudar a parar, a bastonazo limpio, nos llegó una sarta de palos, combos y patadas, no vimos de dónde llegaban. En eso me doy cuenta que me están secuestrando, me entran a la casa, yo no sabía que me iban a hacer, pasan muchas cosas por la cabeza, pedirían rescate, me torturarían, me harían algo sexual, no sé. Escuché como el cabo 2º Charlie Herrera decía, devuélvanme a mi cabo, ¡ese era mi partner!, siempre que nos emborrachamos en la comisaria me apoya, no es muy bueno para los combos, recibe más de lo que da, pero es mi amigo. En eso siento que me sacan la billetera, chucha la wea, lo que habíamos juntado en la mañana, las cien lucas me las iban a sisar.

Afuera estaba quedando la cagá, el Charlie había pedido refuerzos y llegaban, escuchaba como les decían, ¡suelten al paco y no les vamos a pegar tanto!, no hacían caso y yo estaba atado a una silla, como en las películas. La batalla era en la reja, y luego entró el contingente repartiendo palos a diestra y siniestra, ni romeos ni julietas se salvaron. Me liberaron y salí entre vítores de mis colegas, y como soy buena persona y no guardo rencor, les dije ¡déjenlos ir, lo único que quiero es mi billetera con todo lo que tenía! Lo malo es que no hicieron caso, entonces siguieron el procedimiento y al final encontramos la billetera, sin plata, me fui “pateando la perra”, pero les dimos una tunda a los tres romeos y a las dos julietas que llevamos, y nos llevamos la moto de ellas. Igual, tuvimos que hacernos los heridos, seis de nosotros, para que fuera equitativa la pateadura que le dimos.

Al final, no se les presentó el cargo de secuestro, porque habló conmigo mi oficial y me dijo, mira, a nosotros nos quiere todo el mundo, incluso en las calles nos aplauden a nuestro paso, como vamos a quedar mal, mejor nos desistimos y no pasamos vergüenza. Charlie y yo continuamos patrullando incansablemente las calles de Talca.

Juro que este es un relato real de lo que soñé. Pues leí el parte de la institución y soñé como si hubiera sido real todo, no tuve que inventar nada. Pucha, mi capitán que escribe bonito. Casi me lo creí.