Un gato muerto

¿Qué puede ser lo más indecente, pero al mismo tiempo, ridículo? Sebastián Sichel, el candidato presidencial de la derecha, claramente quiere averiguarlo. A una infinita ineptitud suma una extrema arrogancia, sostenida sólo por una chantería monumental.

“Cuando estés con el agua al cuello, simplemente tira un gato muerto sobre la mesa. La gente no va a hablar de otra cosa”.

La “estrategia del gato muerto”, como le llaman los gringos, es una vieja técnica para frenar escándalos políticos: una dramática revelación, un escándalo aún mayor al original, algo llamativo e, incluso, desagradable, que haga olvidar el problema inicial. Es, hay que decirlo, una especie de último recurso: hay que estar bien mal para emplearlo.

Al parecer eso fue lo que le recomendó el jefe político de Sebastián Sichel, Andrés Chadwick, para zafar del asunto de los 10% que había retirado. Cuando le habían preguntado, el candidato le dio una crisis de pánico: “¡es una trampa oscura!” “¡no voy a entrar en el juego de la moralidad!” Sichel descubrió la manera más estúpida de confesar el pecado y al mismo tiempo, arreglárselas para que el asunto siguiera ahí, agrandándose.

Son esos pequeños desplazamientos de las palabras los que dañan: una cosa es ser winner, otra, un sinvergüenza; todos los políticos mienten, eso lo sabe todo el mundo, pero es diferente ser el político más mentiroso de todos. Es lo mismo, en el fondo, pero no es igual.

“Hay que cambiar conversación”, sentenció Chadwick, “hay que llevarla a los rivales, hay que decir que quieren nacionalizar los ahorros de todos. Tienes que decir que quieres un retiro del 100%, pero para salvar la plata”.

Sichel no entendía. “¿Y mis retiros del 10%?”, preguntó. Chadwick suspiró: “dilo como si no fuera nada… que lo traspasaste a una cuenta de ahorro previsional voluntario ¿ves? Retiraste la plata, pero igual se quedó en la AFP”. “Pero si yo no lo traspas…” “¡Cállate, huevón! ¡Haz lo que te dicen! Y recuerda: gato muerto”, cerró Chadwick.  

Pero, claramente, lo del gato muerto no lo recordó del todo.

Porque, inmediatamente después de haber recibido la instrucción, se lanzó sobre la primera mesa que encontró. Y en medio del ¡crack! de la melamina, gritó “¡soy un gato!” Ante el estupor del público agregó, ya con menos convicción: “y estoy… ehhh… ¿muerto?”

Miau.