Rápido, rápido. Contrario a las apariencias, cuando se trata de las cosas realmente importantes, la convención constitucional va como avión. Este miércoles había que cerrar tres asuntos que se habían cocinado previamente: los dos tercios, un acuerdo trucho, súpertrucho, sobre los “plebiscitos dirimentes” y… lo de la plata. En verdad, un “maridaje” perfecto.
Este miércoles se consagraron los dos tercios. No hay sorpresa ahí. Ya estaba oleado y sacramentado. La neo-Concertación zombie –Frente Amplio, la ex-Concertación, y su órbita de “independientes”- aliada con el pinochetismo ejecutó el acuerdo.Y es sólo el comienzo. A partir de ahora, se comienza a servir lo que se elaboró en la cocina.
La presidente de la convención, Elisa Loncón, lo anunció abiertamente. “Los 2/3 fue una votación difícil para mí, pero voté a conciencia como Presidenta de la CC. Mi voto es un llamado al gobierno, acá respetamos la palabra y la Constitución, esperamos de su parte la misma reciprocidad, que cumplan con el mandato de colaborar a la CC”, declaró, con un uso bastante liberal de la puntuación, considerando su profesión de lingüista y su doble doctorado, en Twitter.
Pero ¿de qué está hablando? “Yo cumplí con mi parte, ahora te toca a ti”, le dice Loncón a Piñera. “Les dimos los dos tercios”, sostiene. Y ¿qué tiene que dar el gobierno?
Simple. Muy simple.
Es la plata, el sucio lucro de siempre.
Si no, pregúntele a Judas. Entregó a Jesús y pidió a cambio 30 monedas de plata. Iscariote, hay que decirlo, después se arrepintió.
¿Para qué quiere plata la convención?
Hay harta presión sobre los constituyentes. Mucha gente, esa “de a pie”, ya los mira un poco raro, como de reojo. En cualquier caso, ya no los paran en la calle para desearles “todo el newen”. Y más de alguno ha tenido algún entrevero. Pero esos deben ser lo “extremistas”, que no entienden como funcionan las cosas. O, quizás, son “fachos pobres”, gente inconsciente que hace eco de las malvadas campañas de la derecha.
Pero eso se puede obviar. Más complicado es cuando los que están al lado de uno empiezan a rezongar: que una cosa es “hacer un aporte al proceso colectivo” y “al Chile plural”, y otra, hacerlo gratis.
Son los asesores. Su problema es tan simple como urgente: no les han pagado. Fueron contratados “en verde” por los partidos y los propios constituyentes, con la promesa de que, una vez aprobadas las asignaciones, pasarían a trabajar a honorarios, con cargo a recursos del Estado.
La verdad es que esos discursos, indicaciones, minutas, posteos en redes sociales, etc., no se escriben solos. Se necesitan abogados, operadores, periodistas, amigos y amigas que presten apoyo emocional. Así funciona este negocio. Los partidos pueden adelantar algo de plata, tienen acceso a fundaciones que reciben fondos internacionales, hay financistas interesados en imponer determinadas normas, y para los que el dinero nunca es un problema.
Pero, aun así, el flujo es selectivo y, frecuentemente, burocrático. Muchos constituyentes tienen que hacerles anticipos de sus propias dietas -$2,5 millones- pero eso tampoco es la idea ¿verdad?
La sequía financiera va complicando la operación de la máquina. El responsable es el gobierno, por supuesto. Destinó gran parte del presupuesto a hacer contrataciones monumentales y altamente sospechosas, vía trato directo, con empresas “amigas”, con cargo a la convención.
Y con el ítem de las asignaciones, o sea, el centro de costo para pagarles a los asesores ha puesto obstáculos. La principal traba: no ha transferido los recursos.
Este miércoles, en medio de importantes, pero rápidas, muy rápidas, votaciones, los constituyentes se dieron un tiempo para debatir. Se debían votar unos cambios a las normas de asignaciones y viáticos. Los más empingorotados en la derecha, por supuesto, gritaron “¡escándalo!”. Pero varios de sus colegas reaccionarios, respondieron ofendidos que la plata no es una materia de divisiones políticas: es algo transversal.
Las enmiendas fueron aprobadas, pero el problema sigue. La plata la maneja el gobierno, y los constituyentes, de todas las tendencias, sólo pueden quejarse, mientras se cocina algún “acuerdo”.
Y hablando de acuerdos, y de cocina, hubo otro que se comenzó a ejecutar este miércoles. Justo después de imponer los dos tercios, el “nuevo centro” de la convención tuvo que hacer lo que siempre le toca al centrismo: compensar.
Y así, se aprobó, con los votos de gran parte del “nuevo centro” y de la izquierda de la convención, la idea de que se realicen plebiscitos dirimentes en caso de que no se alcancen los dos tercios para alguna norma, pero sí se superen 3/5 de la votación- o sea, 60% en vez de 66%. Una menudencia.
Lo de los plebiscitos dirimentes no es nuevo. Ya había sido cocinado entre el Frente Amplio y el Partido Comunista antes de que se votara el reglamento.
No hay riesgo. Para que se realicen esos supuestos plebiscitos, lo deberán aprobar en el Senado y la Cámara de Diputados, por un quórum de -usted lo adivinó- dos tercios.
La derecha, que sabe todo esto, va a hacer su espectáculo acostumbrado. Amenazará con ir a la Corte Suprema para pedir la nulidad de todo lo actuado. Sus aliados del “nuevo centro” fingirán indignación y una resuelta voluntad de “defender la convención”, mientras todos siguen cocinando.