Desde hace meses el gobierno ha tratado que las personas vuelvan a la normalidad. Probó, intentando poner en funcionamiento los establecimientos educacionales y no funcionó. El problema ocurre con las políticas que forzosamente tenía que implementar y que al mismo tiempo generan un auto sabotaje.
Desde el segundo semestre del año pasado el gobierno trataba infructuosamente de volver a la normalidad. Después del levantamiento popular, había adoptado el estado de excepción para proteger a los empresarios y a su gobierno. Poco de eso se logró en los meses posteriores, y parecía que las protestas de nuevo escalarían a niveles imposibles de contener. En ese momento, se enfocó en robustecer las fuerzas represivas y dotarlas de leyes ad hoc.
Vino la pandemia, y fue un golpe, esperaban que no fuese tan fuerte y resultaba esperanzador para las perspectivas gubernamentales, pues los beneficiaba, ya que podrían tomar la iniciativa política y neutralizar a cualquier movimiento político con el amparo de la crisis sanitaria, que fue lo que hicieron en un primer momento. Pero algo falló, al poco andar, la crisis hizo que hicieran agua por todas partes, no estaban preparados. El número de infectados subió, y tuvieron que declarar la cuarentena.
Lo que parecía que iba a transformarse en protestas por la falta de dinero, se palió con los retiros del 10%, uno tras otro, pese a la negativa de que se hicieran, pero disminuyó la inminente amenaza de manifestaciones que ocurrieron en plena pandemia. El gobierno, no era capaz de tomar las riendas políticas y al mismo tiempo tenía que tratar de anular un plebiscito prometido por aprobar o rechazar una nueva constitución. Pese al retardo, se hizo y ganó el apruebo. Disminuía el control, incluso en sus ralas filas. Así acabó el año.
El comienzo del año siguiente, no fue lo esperado. Pues, el anhelado retorno a clases, se vio interrumpido por otra ola del coronavirus y la consiguiente cuarentena, siguieron los retiros del 10% y se sumó el IFE. Trataban de llamar a la vuelta a clases. Esto es primordial, pues supone que los que están en casa cuidando a niños, sobre todo, una vez que sus hijos vuelven a clases, están libres de introducirse nuevamente como mano de obra barata para el sistema. Pese a que los trabajadores han seguido yendo a sus trabajos, la merma se debe a todos los trabajos donde reciben sueldos de miseria, y es allí, donde falta mano de obra. Las personas se conforman con obtener lo que sacaron de los retiros del 10% y del IFE. Esto llevó a que llovieran las críticas de los sectores empresariales, avalados por sus “intelectuales economistas” que llamaban a detener los programas de ayuda, acusaban que las personas no querían trabajar porque el Estado los estaba manteniendo, entonces, debían de parar con todo la “chacra” que los políticos y el gobierno amparaban. Y hoy día, estamos ad portas de un cuarto retiro del 10%.
La normalidad con que todavía sueña el gobierno se perdió el día en que reprimieron a los estudiantes secundarios que reclamaban por la subida del metro. Hagan lo que hagan, no se puede volver atrás en la historia y recrear el escenario como estaba antes. Por lo menos este año, no habrá clases normales en las escuelas y no habrá un aumento que prometen de fuerza laboral. Pese a que levanten el estado de excepción, lo único que hará es que las fuerzas armadas y policías no reciban sus bonos de regalo. Lo que le depara al gobierno, y que siempre temieron, aun cuando querían volver a “la normalidad” es que se incrementen las movilizaciones de todo tipo, se incrementen los problemas económicos de las personas al reducirse la ayuda del Estado, y que todos los vaivenes externos económicos se amplifiquen, entre algunos de los problemas que tendrán que abordar.
Quizás, es mejor para ellos, no querer volver a “la normalidad”.