Todos los indicios recabados por la comisión investigadora, que preside el diputado (DC) Miguel Ángel Calisto apuntan a la existencia de otra colusión. Esta vez en el mercado del gas que estaría afectando, era que no, a los trabajadores y sus familias. Y la libre competencia ¿qué? ¡Patrañas!
Como lo van leyendo. Otra vez los empresarios y sus chanchullos. Todo vale si se trata de aumentar sus ganancias. Esta vez le tocó el turno al mercado del gas. Como antes al papel higiénico, los pollos, y quién sabe a cuántos productos más. Porque a estas alturas, a todos nos queda claro que la mano invisible del mercado, que supuestamente fija con proverbial justicia los precios de cuanto producimos, es más bien una inmensa mano negra que en las sombras urde sus engaños para perjuicio de los trabajadores.
El diputado (DC) Miguel Ángel Calisto, que preside la comisión investigadora que indaga los precios del gas señaló que: “nosotros tenemos bastantes antecedentes para decir que hay sospechas de una eventual colusión, por la concentración y porque finalmente los grandes terminan regulando el precio, existiendo una asimetría que impacta negativamente el costo de vida de miles de personas ”
“Nuestra comisión está avanzando y, obviamente, donde vemos una menor cantidad de competidores los precios se han disparado afectando a miles de familias. De hecho, hay comunas en zonas extremas, donde el balón de 15 kilos supera los 32 mil pesos”, agregó Calisto. Y si consideramos que “las familias chilenas destinan cerca del 19 por ciento de su presupuesto mensual a costear el precio del gas”, como recalcó el diputado, se trata de una colusión que impacta gravemente el bolsillo de las familias trabajadoras.
Ya se presentó la correspondiente denuncia ante la Fiscalía Nacional Económica, y habrá que esperar que ésta se pronuncie al respecto, ya sea para determinar derechamente si hay colusión entre las grandes empresas del gas, porque entre los supuestos competidores se han puesto de acuerdo para fijar los precios de venta, o para decir que no existe competencia dado que la lucha entre los productores ha quedado reducida a la pelea entre dos o a lo sumo tres grandes perros.
Según la ley en Chile, comete el delito de colusión: “El que celebre u ordene celebrar, ejecute u organice un acuerdo que involucre a dos o más competidores entre sí, para fijar precios de venta o de compra de bienes o servicios en uno o más mercados; limitar su producción o provisión; dividir, asignar o repartir zonas o cuotas de mercado; o afectar el resultado de licitaciones realizadas por empresas públicas, privadas prestadoras de servicios públicos, u órganos públicos, será castigado con la pena de presidio menor en su grado máximo a presidio mayor en su grado mínimo.”
Pero bien sabemos, por experiencia, que si los pillan, no es precisamente con cárcel que pagaran sus latrocinios. Acá lo que se estila son las clases de ética. Y alguna que otra multa que, tomando en cuenta las cuantiosas cifras embolsadas, no arredran a nadie a seguir orquestándose para cometer delitos, y esto en todo orden de asuntos. La impunidad es para el rico y el poderoso, esa es la norma. Sólo los pobres terminan tras las rejas.
Es definitivo, en la lucha cruel y rapaz por obtener la máxima tasa de ganancia los capitalistas no trepidan ante nada. La idea loca de la libre competencia, como mecanismo que impulsa el avance de las fuerzas productivas y el progreso técnico, que fomenta el espíritu de los empresarios y la iniciativa entre los distintos productores, son…¡patrañas!.