La “confesión involuntaria” de un diputado de derecha –“todos los retiros los pagó el Banco Central y no las AFP”- hizo correr el sudor frío por la espalda de los agentes financieros y políticos. Sus implicancias son demasiado explosivas, pero sólo reflejan cómo funciona realmente -y en beneficio de quién- este sistema.
Los retiros del 10% de los fondos de las AFP constituyen un hecho extraordinario. Es difícil pensar en un precedente histórico. ¿Cuándo y dónde ha habido una semejante redistribución desde el capital hacia los trabajadores, y por una vía legal?
Habrá algunos que dirán que hay países en que, bajo ciertas condiciones, los aportantes al sistema de pensiones pueden retirar parte o todos sus fondos. Incluso, en sistemas previsionales en que no hay AFP, existe esa posibilidad. Por ejemplo, en Alemania, que tiene, se sabe, un “horrible”, “impracticable”, “vaciado”, “quebrado” sistema de reparto, que está “en crisis”desde hace más de 50 años, las personas que se dan de baja del régimen de pensiones -por ejemplo, inmigrantes que regresan a sus países de origen- pueden solicitar la devolución de sus aportes, y eso que, legalmente, esos ya no son “de su propiedad”.
Se puede objetar que eso rige sólo para casos individuales y excepcionales. Pero ¿por qué, entonces, el Estado, las AFP y la administración de justicia, se defendieron con uñas y dientes cuando cotizantes individuales solicitaron retirar sus fondos? Ese fue el caso de la famosa profesora de Antofagasta, que fue a tribunales, argumentó razones excepcionales y calificadas, y perdió, en todas las instancias.
Otros dirán que en Perú se estableció un sistema muy similar y que también operó durante la pandemia como un modo de mantener a flote el consumo. Allí se transfirieron 8.500 millones de dólares durante la pandemia y algo más de 17 mil millones de 2016 a 2020.
Pero en Chile, se han traspasado, en menos de un año, 50 mil millones de dólares, el 20% del PIB.
Es la magnitud y su carácter histórico, lo que supera la capacidad de personas, incluso preparadas, de hacer sentido del fenómeno. Cuando se devela, como en este caso, cómo funciona el sistema en su conjunto, muchos especialistas, acostumbrados a hablar de corrido y en oraciones completas, comienzan a tartamudear y luchar con las palabras y los conceptos: “no… lo que pasa es que… a ver… ¿cómo le explico?”
Es lo que le pasó al Banco Central de Chile, que se asustó más que un gato en una piscina, cuando en el matinal de Chilevisión al diputado UDI Guillermo Ramírez “se le salió” que los retiros los había pagado, en realidad, el Banco Central, y no las AFP.
En la noche, publicó un comunicado en que explica todo: no, no pagamos los retiros, todo está en orden y aquí no ha nada raro.
Claro, pero el problema ocurre cuando lo que “está en orden” es “lo raro”.
Eso es lo que pasa con la recuperación, por parte de los trabajadores, de los fondos de las AFP. En el primer retiro, el Banco Central creó lo que llamó un “programa CC-VP”, o sea, compra al contado y venta a plazo. ¿Qué se compra y qué vende? Plata, pues ¿qué más va a ser? El Banco Central compra bonos, títulos de deuda, de las AFP, y los paga con cash. En el mismo acto, les vende a AFP bonos, pero que estas pagarán más adelante. En la jerga financiera esto llama acuerdo de recompra o repo.
Así, el Banco Central les adelantó dinero a las AFP para que estas pudieran, a su vez, pagar los retiros a los trabajadores. En total, según ha informado, estas operaciones sumaron 10 mil millones de dólares, es decir, un 20% del total de los retiros. A la fecha, indicó el BC, está pendiente la devolución de 1.000 millones de dólares.
¿Por qué lo hace? Por el siguiente problema que los retiros develaron.
Las AFP toman una parte del sueldo de los trabajadores. Eso es dinero que las AFP se apropian; cada mes, aproximadamente 1.000 millones de dólares. Sólo un tercio de esos recursos, las AFP las destinan al pago de pensiones. El resto, dos tercios, lo convierte en capital financiero, es decir, lo invierte en títulos de deuda y acciones de compañías, en Chile y en el mundo. Financian, entonces, el tesoro de Estados Unidos, por ejemplo, o grandes corporaciones internacionales y a los grupos económicos internos, cuyo capital se ve favorecido por lo que, inicialmente, fueron los salarios de los trabajadores.
Ese capital financiero crece, en la medida que los mercados van a alza. Eso supuestamente es bueno para los “ahorrantes”; se beneficiarían de esa mayor rentabilidad. El problema que mostraron los retiros es que, cuando hay que restituir ese capital en dinero para los trabajadores, justo, justo, deja de crecer y, al contrario, su valor se derrumbaría. No hay mala intención, así es el mercado. Cruel, pues.
El Banco Central, al adelantar el dinero, permitió que la liquidación del capital que controlan las AFP se pudiera distender en el tiempo, sin provocar una caída de los precios de esos títulos y acciones. Eso lo que dice el Banco Central en su comunicado.
Pero no nos engañemos. Los títulos más líquidos, es decir, aquellos que se pueden transar fácil y rápidamente en el mercado, no están Chile, ni están denominados en pesos. Están en los mercados internacionales y en dólares. Si las AFP quieren vender esos títulos -y rápido- es difícil que se desplomen sus precios, porque el volumen de ese capital que hay convertir en dinero líquido es muy bajo, en comparación. Somos un país chico y dependiente. No mueve la aguja.
El problema está en que el capital convertido en dinero líquido queda en dólares, que deben ingresar a Chile. Y eso sí que se nota: si hay muchos más dólares disponibles, su precio cae. La movida del Banco Central, como lo lleva haciendo desde hace varios años con otros “programas” es la carísima apuesta de mantener una especie de estabilidad del precio del dólar. En ese afán, ha quemado millones y millones, y el “programa de recompra” no fue la excepción.
El fondo del asunto es el siguiente y tiene que ver, en lo inmediato, con el cuarto retiro: la cosa económica viene mal, el Estado agotó sus fondos internacionales, el Banco Central está perdiendo plata como loco para evitar movimientos del dólar, los grupos económicos nacionales soportan una mega deuda que han contraído mientras el crédito era barato y que no podrán pagar si viene una recesión o se mantiene la tendencia al estancamiento o, el fantasma que ronda, el precio del crédito sube bruscamente.
Ese es el contexto. No quieren -o no quisieran- seguir restituyendo los fondos expropiados a los trabajadores. Toda su crisis, dicen, todo el fracaso de su sistema, sostienen, sería culpa del hecho de que los trabajadores recuperen su dinero.
De eso trata esta pelea. Ellos o nosotros. Y para resolverla de verdad, hay que hacerse la idea: no es por 10%, es todo o nada.