Abimael Guzmán, el “presidente Gonzalo”, líder y fundador del movimiento “Sendero Luminoso”, murió a los 86 años de edad, en una prisión militar acusado de terrorismo, cumplía el castigo de cadena perpetua. Para muchos, esto pasaría inadvertido, pero hay un hecho que causa estupefacción, quieren incinerarlo y hacer desaparecer sus cenizas, porque son un peligro para el Estado peruano.
¿Por qué son tan peligrosas las cenizas de un octogenario muerto? Para responder esto debemos hacer un poco de historia peruana y latinoamericana.
En 1969 nace “Sendero Luminoso”, como una escisión de uno de los partidos comunistas del Perú, que provenían a su vez del Partido Socialista Peruano, fundado por José Carlos Mariátegui. Desde sus inicios su afiliación es marxista leninista y maoísta. Abimael Guzmán, era un profesor de filosofía en la universidad. Por esa razón, en sus comienzos la labor política se hizo en universidades, luego cambiaría el enfoque. En 1980, se inicia la guerra de guerrillas en las provincias campesinas, que devendría en una lucha en la sierra peruana hasta extenderse a gran parte del país. El Estado peruano, a través de la lucha antisubversiva, pasando por diferentes mandatarios de todo el espectro político, Fernando Belaúnde Terry, Alan García y Alberto Fujimori, enfrentaron la amenaza que les presuponía, no trepidaron en matar, vulnerar los derechos humanos a través de grupos paramilitares y de armar a los campesinos. De la guerra antisubversiva, se estima que hubo 69.280 muertos, de los cuales sería responsable Sendero Luminoso de 31.331 y los demás el Estado. Fue un episodio cruento.
Todo lo que sucedió en Perú, no se puede explicar solo como un caso aislado de Perú, como es lo que parece que sucede en ese país. Ellos como todos los países del continente, fueron parte de una reactivación de la lucha de clases, y una reacción que tenía como cómplices a los países que luchaban en contra de la URSS. Para la burguesía de los diferentes países latinoamericanos, no era tema la justicia social, ni menos los derechos humanos, pues estaban acostumbrados a “hacer y deshacer”, donde dominaban todo el régimen político. De acuerdo a la idiosincrasia de los países y a sus niveles de explotación, nacieron organizaciones que reivindicaron la lucha armada como herramienta para la liberación de los más desposeídos, prosiguiendo una lucha de décadas de la clase trabajadora por liberarse de las oligarquías locales, entre esos grupos estaban: Tupac Amaru y Sendero Luminoso en Perú, el MIR y el FPMR en Chile, el PRT y los Montoneros en Argentina, los Tupamaros en Uruguay, el ELN y las FARC en Colombia, por nombrar a algunos. El grado de violencia y desazón estuvo dado por la violencia que el régimen infringió a sus ciudadanos. Nada es casual.
En el caso de Abimael Guzmán Reynoso, la manera que quieren que desaparezcan sus cenizas y él mismo, para que nadie lo recuerde, ni puedan ir a algún lugar a dejarle flores, deja ver un temor profundo dentro de la burguesía peruana. Ahora, mientras preside el país un político de izquierda, que llegó ahí por medio del voto, los sectores políticos de toda índole intentan borrar las huellas de Abimael Guzmán, pero más parece que quieren borrar sus propias huellas. El pueblo observa lo que hacen, como actúan, están a la defensiva, hasta alguien muerto los golpea con fiereza, no le temen al muerto, la burguesía peruana más le teme a los vivos.