La Segunda Independencia de América

La primera independencia de América, y la de Chile, nunca ha estado exenta de reproches, provocaciones e incomprensión, hasta hoy. Algunos pretenden mostrar la historia desde la óptica actual. Entonces cambia todo: los independentistas querían una monarquía, los españoles protegían a los indígenas, la “Logia Lautaro” era una secta pro-británica, etc. Todo esto refleja simplemente que es necesaria la segunda independencia de América. La definitiva.

La independencia de nuestros países americanos no se dio de manera espontánea, ni por las circunstancias del apresamiento de un rey, ni por la intervención de potencias extranjeras, sino por tenacidad y lucha de quienes buscaban el fin de la dominación europea en sus países y ser libres de escoger sus destinos. Estaban inspirados en ideas revolucionarias que habían, en muchos casos, recibido de segunda mano y que querían adaptar a un continente atrasado y colonizado.

Por esa razón, en algunos casos la celebración del día de la independencia no corresponde con la fecha histórica de su materialización. A veces, simplemente recogen un hito de un proceso. Por ejemplo, en México el “Grito de Dolores”, el 16 de septiembre de 1810 que se celebró en el Zócalo de la capital, desierto debido a la pandemia, es sólo el “inicio del proceso de independencia”, como lo remarcó, y no por casualidad, el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien recordó que quién hizo sonar las campanas de alerta, el cura Miguel Hidalgo, “era defensor del pueblo raso». A él le tocó con Allende, Aldama, Jiménez y otros dirigentes populares enfrentar a la oligarquía dominante y proclamar la abolición de la esclavitud. El pensamiento de Hidalgo era subversivo.”

Era peligroso, en un principio, hablar de independencia. Quienes la propugnaban enfrentaban a un poder organizado. Primero, se debió neutralizar su poder político. Así se hizo, a partir del 18 de septiembre de 1810, con la Primera Junta de Gobierno en Chile. Los partidarios realistas no fueron invitados u obligados a devolverse a sus hogares con el uso de la fuerza. Es el mismo “modelo” que se había usado en Buenos Aires en mayo de ese mismo año.

En los primeros años de la lucha independentista, para muchas personas no estaba claro cuál sector tenía la razón. Por eso se cambiaban de bando en plena batalla, dependiendo de quién era más poderoso. Tal como sigue ocurriendo hoy día: hay muchos que anhelan quedarse en el pasado, porque les favorece en sus intereses egoístas, y no se atreven o no quieren ser parte de un futuro mejor.

Hay que explicarlo nuevamente: la independencia de América no fue un proceso regional. Formaba parte de un movimiento mundial, en cuyo centro está la revolución francesa, donde la burguesía derroca a la monarquía y el feudalismo. Y en ella aparecen como protagonistas, por primera vez en la historia, los trabajadores, entonces bajo la forma de masas empobrecidas de las ciudades, de artesanos y obreros de distintos oficios, y, particular de sus mujeres, quienes empujan y profundizan el proceso revolucionario.  

Las ideas universales de justicia, de libertad, de fraternidad, viajan por el mundo, cambian a los seres humanos y aterrizan en nuestro continente de la mano de los patriotas que, para desilusión de algunos, no querían estar bajo la égida de las monarquías europeas, ni bajo los yanquis, sino que querían la liberación total de América, tal como lo vislumbró un día Francisco de Miranda, el Precursor, y lo llevaría a cabo Simón Bolívar.

La mejor forma de organización, ante las circunstancias, eran pequeños grupos, las logias secretas que comenzaron a subvertir el orden. Destacan hombres de la “Logia Lautaro” como el cura Camilo Henríquez, el cura José Cortés de Madariaga, José Miguel Carrera, Bernardo O’Higgins, José de San Martín, Manuel Blanco Encalada, José Ignacio Zenteno, Ramón Freire, Bernardo de Monteagudo, etc.

Otro antecedente para tener en cuenta es que la primera nación independizada de América Latina fue Haití, en 1804, que se libró de Francia y del régimen esclavista. Y la última en adquirirla fue Cuba, en 1902.

Entonces, la independencia de nuestras naciones es un evento que dura cerca de un siglo y es la lucha contra las monarquías de España, Portugal y Francia. Nos podemos dar cuenta de que no fue una independencia acabada, pues continuamos siendo usados por las potencias mundiales imperialistas. En el caso de Cuba, por ejemplo, el fin del dominio colonial español fue, en el mismo acto, la instauración del dominio semi-colonial de Estados Unidos.

Lo contradictorio e incompleto del proceso independentista queda reflejado también en la revolución separatista de América del Norte. Esa se celebra el 4 de julio, por su proclamación en 1776 y que también fue parte de ese movimiento mundial. Hoy, sin embargo, hay académicos que sostienen que, en realidad, la independencia tenía como objetivo preservar la esclavitud en los estados del sur de la Unión, frente a una postura, supuestamente, abolicionista de la corona inglesa. Los hechos históricos no acompañan esa tesis que, además, olvida que el proceso revolucionario continúo hasta 1865, cuando, bajo Lincoln, los estados del norte subyugan a los esclavistas en una sangrienta guerra civil. Y, aun así, la liberación de los afro-americanos sigue siendo una lucha presente.

Eso corrobora que la independencia de América, su Segunda Independencia, es el principal objetivo histórico de nuestros tiempos.  

América está destinada a transformarse en un faro del orbe, pues posee una naturaleza y pueblos que, liberados, pueden convertirse en un factor de cambio en el mundo. Así, lo avizoraron alguna vez los Libertadores, especialmente Simón Bolívar.

La primera independencia del continente nos liberó de monarquías y de la dependencia política formal, pero no eliminó el sometimiento económico, ni impidió la sustitución del dominio de imperios caducos por otras potencias, entonces más dinámicas y modernas.

La Segunda Independencia, que está en camino, tiene el objetivo de la liberación total, de toda dominación externa, de toda explotación.

Cuando aún no acababa la primera independencia, ya estaba iniciándose la segunda. La primera independencia fue encabezada por unos hombres audaces y visionarios.

La independencia que viene tendrá como protagonista a los pueblos americanos, a los trabajadores de América, de todos los colores, todos los idiomas, hombres, mujeres, jóvenes y niños, que están prestos a ser libres.

Y las campanas ya están sonando.