Uno de los más destacados protagonistas de la música chilena es Víctor Jara. Fue asesinado por sus canciones que mostraban la realidad del pueblo chileno, sus vivencias y esperanzas, así como la lucha contra la burguesía. El también era parte de esa lucha.
A cuarenta y ocho años de su muerte, todavía hoy su música es ocultada a los chilenos por los medios de comunicación. Esa censura que por décadas borró a los principales músicos chilenos, sigue dándose hoy día de manera casi metódica. No sólo eran desconocidos para las generaciones posteriores al golpe de Estado cantantes como Víctor Jara, sino también Violeta Parra, Patricio Manns, Quelentaro, Schwenke y Nilo, y muchos más, incluso los Prisioneros. Y se ponía a los cantores de cueca cercanos a la dictadura, que ponían las letras simplonas y cándidas, frente a un llamado, a través del realismo, a ser parte de lo que sucedía en el país, como pasaba con los cantores que reivindican la causa popular. La forma en que muchos se acercaron a la música de protesta, fue a través de pasarse la música de mano en mano y comprándola en ferias de manera clandestina. Con la llegada de los gobiernos de la Concertación, se hizo más patente la presencia de los grupos y cantores populares, pero no significó que fueran reconocidos ni que se hiciera justicia por la muerte de Víctor Jara, por ejemplo.
Víctor Lidio Jara Martínez o Víctor Jara había nacido dentro de la clase trabajadora chilena en el sur del país, y como muchos se trasladó a Santiago, a la población Los Nogales, allí en Estación Central. Abandonó la escuela para trabajar, algo normal en la época. Entró al seminario, pero lo abandonó dos años después. Hizo su servicio militar, como todos los jóvenes de clase popular. Ingresa al coro de la Universidad de Chile, posteriormente a la escuela de Teatro e integró el conjunto Cuncumén. Conoce a Violeta Parra, que lo insta a seguir en la carrera musical, y de allí en adelante sigue su camino que lo llevará a ser uno de los más reconocidos músicos de Chile. Unió a su pasión por la música al compromiso social con su pueblo. Es así como su obra muestra el sufrimiento de la clase trabajadora, la lucha continua por sus derechos, la represión y muerte mandada por los políticos y ejecutada por sus esbirros. Con él tenían voz los que nunca la tuvieron y un hombre que, surgido de su clase, representaba para la burguesía chilena una amenaza, pues, mediante el canto, les reprochaba su actuar y su vida licenciosa e inmoral.
Fue detenido el 11 de septiembre de 1973, en la Universidad Técnica del Estado y llevado al Estadio Chile, donde lo asesinaron los funcionarios del Ejército de Chile. El 19 de septiembre, los cuerpos de seis personas fueron encontradas en las inmediaciones del cementerio metropolitano, entre ellos estaban el director de Investigaciones, Eduardo Paredes, el director de Gendarmería, Littré Quiroga, y Víctor Jara. Antes de asesinarlos los torturaron despiadadamente.
Su pueblo lo ha recordado a través de las décadas, lo ha hecho parte del ideario popular y lo ha llevado en sus luchas, no sólo durante la Unidad Popular, sino que en las protestas nacionales y en el levantamiento popular del 2019. Ha renacido su música en las gargantas de los jóvenes y ha mostrado la continuidad imperecedera de la lucha de la clase trabajadora.
Nos quedamos con trozos de su último poema, escrito horas antes de su muerte:
“La sangre del Compañero Presidente
Golpea más fuerte que bombas y metrallas.
Así golpeará nuestro puño nuevamente”.