Se impone movida trucha en la convención

Como Judas. El “nuevo centro” (FA-ex Concertación) tuvo que negar, no tres, sino muchas veces, los dos tercios… para salvar el quórum de dos tercios, que benefician a sus aliados de la derecha pinochetista. Sí, es algo complicado de entender, pero por sus transas los conoceréis.

Usted, para variar, lo leyó antes aquí. Enfrentado al momento de la verdad, FA y ex Concertación entraron en pánico. Pero encontraron una salida trucha, también para variar.

El problema son los dos tercios. Es el fetiche, el dios, la (casi) trinidad del acuerdo del 15 de noviembre. Es, ya más mundano, la condición para que los partidos del régimen dentro de la convención puedan seguir juntos. Los dos tercios serán la justificación para los acuerdos de la pretendida izquierda con el pinochetismo. Y sobre, todo, es elemento vital para la precaria subsistencia “nuevo centro” de la convención, la neo-Concertación zombie.

El jueves pasado, había fracasado el intento de ampliar, por secretaría -para ver si pasaba- el quórum de dos tercios en el reglamento a más materias, con tumulto en el hemiciclo y todo.

Y ahora se debía votar el reglamento. Un momento crítico. La mesa de la convención estaba obligada a buscar otro camino para salvar lo mínimo.

El artificio que armaron fue enredado, engañoso, cínico… pero eficaz.

El problema era bien preciso: los defensores de los dos tercios, la derecha y el “nuevo centro”, no tienen… dos tercios de los votos en la convención.

Junto a la derecha, pueden lograr una mayoría, es cierto. Pero no es aconsejable pactar siempre con la derecha, porque eso va debilitando la posición del centro que, por definición, oscila hacia los dos lados del espectro político.

La solución fue una farsa, en que a cada uno de los actores le cupo un papel específico. Una auténtica puesta en escena.  

La mesa determinó que, antes de votar el proyecto de reglamento, se debía decidir qué normas del mismo requerían dos tercios y cuáles no. Y esa calificación se votaría sólo por mayoría.

Los opositores del quórum de los dos tercios creían que habían logrado una victoria: el acuerdo del 15 de noviembre había impuesto que se debían aprobar con dos tercios las normas de la constitución y “el reglamento de votación” de esas normas. Ahora, parecía posible romper ese cerrojo.

La derecha jugó su parte. Para ella, una parte importante del contenido del reglamento era parte del “reglamento de votación” y, por ende, se debía aprobar con dos tercios; “son las reglas del juego”, dijeron.

El papel del Frente Amplio, el PS, etc., era un poco más complejo: argumentaron que los dos tercios ahora eran “virtuosos”, necesarios para “la estabilidad” y “legitimidad” de la futura convención. Un convencional socialista incluso razonó que los dos tercios eran tan buenos, que habían “salvado” a Allende de ser destituido por el Congreso en 1973. Y lo dijo un día 14 de septiembre.

Pero a la hora de votar, sistemáticamente, esos mismos rechazaron los dos tercios como quórum necesario para aprobar el reglamento. Raro ¿no? ¿No era tan virtuoso?

Incluso cuando se llegó al artículo específico, el de verdad, del “reglamento de votación”, que, según la constitución vigente, requiere dos tercios, ellos dijeron “mayoría simple”. Muy curioso.

Y, además, en ese punto, que era el más obvio a favor del argumento del quórum de dos tercios, la derecha, que había votado en bloque 29 indicaciones mañosas y dilatorias, se fraccionó. Varios se abstuvieron, favoreciendo la opción contraria. Muy, muy raro todo.  

Los que estaban en contra de los dos tercios ¿qué podían hacer? Habían dicho que los dos tercios eran un instrumento de la derecha, que se había impuesto en contra de la voluntad popular en un acuerdo cupular, que busca frenar las transformaciones…

Así que sumaron sus votos a los defensores de los dos tercios, que, extrañamente, los estaban repudiando. Resuelto ese punto, que tomó toda la mañana, se aprobó en general el reglamento, con sólo un par de votos en contra.

Habían caído, redonditos, en la trampa.

Al aprobarse en general, sólo se votan, a partir de ahora, modificaciones al proyecto existente, las indicaciones. Lo que no es cambiado, se da por aprobado según el resultado de la votación en general.

De ese modo, ya quedó protegido el artículo 94 del reglamento que establece que las normas constitucionales se deben aprobar con un quórum de dos tercios de los convencionales en ejercicio.

Porque si alguien presenta una indicación que fije un quórum distinto, basta una mayoría simple -la de la derecha, el FA, el PS, etc.- para impedirlo. Y eso es lo que va a suceder en las próximas sesiones.

¿Y qué pasa con el “reglamento de votación” que requiere, obligatoriamente, según la constitución, los dos tercios? Bueno, ahí está. Si se rechazan las indicaciones en los próximos días, ya estará aprobado, en virtud de la votación de este lunes, por 145 votos, seis en contra y una abstención. Haga las matemáticas usted, querida lector, querido lector.

En otras palabras, el sector contrario al acuerdo del 15 de noviembre le dio su apoyo a su símbolo supremo, sin darse cuenta o sin hacer nada por impedirlo.

Eso pasa cuando te friegan, bien fregado. O, dicho de otro modo, cuando quienes deberían representar los intereses de la mayoría, se olvidan de las demandas populares, son conciliadores con los partidos del régimen, se dejan intimidar y actúan de acuerdo a las formas políticas que impone la reacción.

Cretinismo parlamentario, se le llamaba a esa dolencia. Si se practica durante un tiempo prolongado uno termino cretino, pero a secas.  

Usted lo leyó antes aquí.