Los mentirosos de siempre

La burguesía chilena controla los medios de producción del país, directa o indirectamente a través de los políticos. También tenía el monopolio de los medios de comunicación, creían que por siempre, pero la globalización les jugó una mala pasada, hoy las redes sociales y el pueblo son capaces de mostrar la verdad de los hechos que suceden y de lo que sucedió en el pasado.

Siguen teniendo el poder de los grandes medios de comunicación de masas, prensa y televisión. Los siguen manejando para intentar mantener engañados a los ciudadanos. Repiten una y otra vez sus discursos de odio, defienden sus robos, tratan de poner sus candidatos y maltratan al pueblo. Lo vimos una y otra vez, en los últimos dos años, cuando decían que cambiar la constitución era malo, que pedir el 10% produciría una crisis económica, que en el levantamiento popular de octubre del 2019 eran puros delincuentes, que los mapuches son narcotraficantes, que su presidente ha subido en las encuestas, que nada cambiaría. La burguesía usa los medios de comunicación para defender su régimen, mintiendo descaradamente o tergiversando la verdad, censurando los hechos, no informando de lo que ocurre. No obstante, hagan lo que hagan, para ellos ya es tarde. Lo que hacen en la actualidad no sólo los muestra tal como son, la escoria del país, sino que pone en evidencia su pasado criminal.

Quedan en evidencia sus mentiras.

Dicen que el golpe de Estado lo hicieron para salvar al país. Hoy se sabe que Estados Unidos, Australia y otros países actuaron con la burguesía criolla para apoderarse de los recursos naturales, del Estado y evitar que el pueblo tuviera un futuro mejor. Al final, como siempre estos “patriotas” solo querían robar dinero, como lo hicieron de “capitán a paje”.

Plantean que la constitución del 80 fue votada democráticamente, la verdad es que la manipularon y aprobaron para el beneficio de ellos, tratando de que hubiera impunidad de sus actos.

Indican que los militares se tomaron el poder, lo que olvidan de mencionar es la participación de civiles que colaboraron directa o indirectamente en el golpe de Estado. De empresas que prestaron sus camiones para transportar muertos, de empresas navieras que dejaron torturar en sus buques, de bancos que propiciaban el caos financiero, de empresarios que guardaban alimentos para que haya desabastecimiento, etc.

Insisten en el legado económico de la dictadura. Pero la verdad, es que las dos peores crisis económicas de las últimas décadas fueron durante la dictadura militar en 1974 y 1980, que significó la salida al exterior de chilenos buscando trabajo en otros países y el Pem y Pojh en el país, esto sin nombrar la destrucción de la industria nacional.

En la actualidad, siguen mintiendo. Gastan millones en un sistema de jubilaciones para las fuerzas armadas y no lo pueden implementar para todos los chilenos, porque no resultaría. Tiran el dinero pagando un sistema de locomoción colectiva que produce pérdidas, pero si lo hiciera el Estado sería menos oneroso. Dicen que no podemos vivir sin los políticos y los partidos del régimen y que confiemos en ellos, pero lo único que hacen es favorecer a la burguesía en desmedro de los intereses y el bienestar de los trabajadores. Argumentan que siempre la vía pacífica es la manera de hacer democracia y reprimen cualquier protesta en contra de ellos, es decir, nosotros debemos ser pacíficos e incluso nos pueden matar, mientras que ellos pueden utilizar la violencia cuando se sienten amenazados.

Lo que ha pasado en estos dos últimos años, ha abierto los ojos de una gran parte del pueblo, que creía que podía esperar algo de la clase burguesa. Los hechos de la realidad indican que no podemos esperar nada. Por el contrario, lo único que pueden ofrecer son más mentiras, más engaños, más maltrato, más desilusión. Son dos años de aprendizaje, donde nos hemos robustecido con la verdad, con el poder, con la unidad, con el desengaño. Dos años donde hemos ido descartando lo que no podemos volver a repetir, no podemos confiar en esos políticos y sus partidos, no podemos dejar que sigan en el poder, no podemos arriesgar el futuro de nuestros hijos e hijas dejándolo en sus manos.

En lo único que debemos depositar nuestra confianza es en nuestro pueblo, no en individuos, sino en la fuerza y en el protagonismo de las masas, de los hombres y mujeres, trabajadores de la patria, que empujan al cambio definitivo de la época.