Todavía hay quienes defienden a ultranza la dictadura. También hay quienes se agruparon en torno a los partidos del régimen y se vieron beneficiados. Cómplices ambos en sostener la impunidad. El crimen de Marta Ugarte es el recordatorio permanente ante el mundo de hasta dónde es capaz de llegar la reacción y las fuerzas armadas para conservar el régimen y sus privilegios.
Marta Lidia Ugarte Román era una profesora que fue encontrada muerta en la playa de Longotoma. Los diarios El Mercurio, La Tercera y La Segunda pondrían en sus titulares que se había encontrado una bella joven muerta debido a un crimen pasional. Marta Ugarte tenía 42 años, era miembro del comité central del partido comunista de Chile, y había sido secuestrada por funcionarios de la policía de Investigaciones de Chile, el 9 de agosto de 1976, desde su casa.
Las instituciones del Estado y el poder Judicial negaron su detención. Se sabría, con posteridad, que estuvo en el centro de detención de Villa Grimaldi y Peldehue. En este recinto seguirán torturándola y la asesinarán. Testimonios de los asesinos dirán que le dieron una inyección letal por orden del coronel Germán Barriga, pero quedo viva y la estrangularon. El detalle macabro de todo esto es que los “militares patriotas” ponían en un saco al muerto con un trozo de riel amarrado con alambre, de allí lo subían a un helicóptero del ejército y lo iban a botar al mar. De modo, de que nadie los encontrara y quedaran impunes de sus crímenes.
El cadáver de Marta, llegó a la costa, porque se soltó el riel. La autopsia mostraría la inhumanidad de los torturadores, el bazo y el hígado habían estallado, fracturas múltiples, el brazo desgarrado por un corvo, quemaduras con soplete, sin uñas en las manos, sin una parte de la lengua, golpes, etc. Trataron de hacerlo pasar por un crimen normal, pero fallaron. Gracias a las investigaciones posteriores se pudo saber los antecedentes de su muerte y lo que había ocurrido con cerca de 500 chilenos, que habían sido lanzados al mar en cerca de 40 vuelos de los helicópteros que partían de Peldehue. En el 2016, fueron sentenciados 28 funcionarios de la dictadura militar por su muerte, entre ellos: Pedro Espinoza Bravo, Ricardo Lawrence Mires, Carlos López Tapia, pero hay muchos que no han pagado por lo que hicieron.
El 12 de septiembre el mar dejó a Marta Ugarte en la playa La Ballena, la dejó allí para que fuera la víctima y testigo de cargo del salvajismo de psicópatas vestidos de militares en cuarteles, de civiles que defendían sus privilegios y de políticos cómplices.
A 45 años de su muerte, todavía no hay justicia para los muertos. Los mismos que estaban y apoyaban a la dictadura, hoy están en el poder. Algo ha cambiado, pero no basta. Para que haya justicia debe cambiar todo.