Cuando en el cielo circundan esos grandes pájaros grises y hostiles, es porque abajo, en la tierra, hay carroña. Acorralado por una periodista de un diario notoriamente mentiroso, Rodrigo Rojas, más conocido como el Pelao Vade, admitió haber mentido sobre que tenía cáncer. ¡Bingo! un festín para los buitres. Pero se confunden. En la lucha del pueblo no alumbran los símbolos fugaces, sino la conciencia constante de cambiarlo todo.
Se festinarán. Es su campaña. Desde que se conformó la convención constitucional con una mayoría de “independientes” y con el régimen golpeado políticamente, los medios y los políticos han querido ver la forma de contragolpear.
Buscaron las debilidades y las encontraron. La fuerza más marcada de los “independientes”, que se reclamaba continuadora del levantamiento del 18 de octubre, la Lista del Pueblo, las tenía de sobra: un colectivo, pero cada uno por su lado; consignas políticas, pero no un programa de las demandas populares; una voluntad de criticar al régimen, pero bastante acomodo a las formas impuestas por él; la promesa de la honradez, pero con alguna gente bastante malita que andaba por ahí; más pillos que cualquiera para la cuestión política, pero más lesos que…, en fin.
Esas son contradicciones, no crímenes. Errores, no traiciones. Se pueden discutir, quizás enmendar. O no. Pero cuando prima el oportunismo como método, todo está destinado a ir mal.
Primero, un candidato presidencial oportunista por excelencia que es impuesto con máquina y hechos consumados, después desechado por otro que es, no tránsfuga, sino súper-tránsfuga. Tarde o temprano, la cosa iba a estallar. Y mal. Lo triste de todo esto, es que los Cuevas y Ancalaos seguirán de lo más bien, mientras que la Lista del Pueblo se fundió.
Y ahora lo del Pelao Vade. También es triste y una lástima. Una lástima porque hay gente que se conmovió cuando levantaba la pancarta en Plaza Dignidad, representando un sentir general, y lo votó.
Una lástima, porque lo que tiene no es cáncer, sino una enfermedad que estigmatiza y lo obligó a mentir.
Una lástima, porque tendrá que dar la cara una y otra vez hasta que se pierda en la maraña de los días, así como apareció.
Ellos, en cambio, se sentarán a la mesa, obesos, a darse un nuevo festín que alargarán hasta no dejar rastro de esta carroña, hasta que tengan la próxima pieza de basura en la mesa.
Pero con nosotros, se equivocan. Nosotros sabemos de cómo los seres humanos, cuando sufren, desvían el camino. ¿No los vemos, acaso, con esos chicos que están ahí en la esquina, que están en la droga? ¿No son los hijos de nuestros vecinos, no sabemos cuánto sufren sus padres por haberlos perdido? ¿No queremos, a pesar todo lo que hacen de mal, que sean libres también?
Nosotros no vamos a ser parte de ningún festín.
Nuestro pueblo dejó la mesa, el pan y el té, para salir a luchar.
Que denigren o desacrediten los símbolos o imágenes que surgen, creados por mil manos, alentados por mil voces, y que van y vienen, no tiene ninguna importancia. El perrito, la tía con el mono animé, el caballo de Baquedano, lo que quieran: no son esas nuestras causas. Son sólo una expresión: de nuestra alegría, del ingenio, del sentimiento, también.
¿No van creer que nos vamos a desmoralizar porque pretendan borrar los murales, destruir las animitas o porque se burlen de la debilidad de alguno?
Nuestra moral es inmensa, porque en ella está contenida el deber y la necesidad de un futuro para nuestros hijos. ¿Cómo podrían ellos derrotar esta moral, si venimos de tantas batallas terribles, con muertos, desaparecidos, torturas, infamias y atropellos cotidianos a nuestro dolor y a nuestra dignidad?
No, no. No estamos sentados en la mesa. Para nosotros no hay festín.
Estamos en la lucha, por nuestros hijos presos, en las poblaciones, en las barricadas, por el pan de cada día, por la vivienda, por la educación, por la salud, por toda una patria.
Así que vayan terminando pronto su fiesta, porque ya les viene pronto la hora de la cuenta.