El documental “Tarará” recuerda cómo Cuba ayudó a miles de niños ucranianos, víctimas del efecto de la catástrofe nuclear de Chernobyl. La revolución cubana no pidió nada a cambio de su apoyo, porque ese es su contenido.
Fue durante los años más duros para la revolución cubana, tras la caída del muro, el desplome de la Unión Soviética, cuando comenzaba el “periodo especial”. La amenaza de intervención gringa se volvió aguda, la economía se derrumbó. Muchos “amigos” y “aliados” le dieron la espalda a la revolución y atizaban la idea de que no sobreviviría.
En ese preciso momento y en los años que siguieron, Cuba decidió recibir a 26 mil niños ucranianos para tratarse de enfermedades contraídas tras el desastre nuclear de Chernobyl. La mayoría llegó a la localidad de Tarará.
Muchos de esos niños habían sido desahuciados en Ucrania. El derrumbe de la Unión Soviética significó el súbito fin de tratamientos y apoyo. Sus padres habían recurrido a diplomáticos de Estados Unidos y Suiza para salvarlos. No tuvieron respuesta.
“¿Y como cuántos necesitan atención médica?”
es la pregunta de Fidel Castro a la delegación ucraniana. “Unos cien mil”, le traducen del ruso. “¿100 mil?” se sorprende Fidel y tras unos segundos, sólo tras unos segundos, responde, “bueno, nosotros podemos hacer aquí algún esfuerzo”.
Y así fue. Entre 1990 y 2011 llegaron a Cuba 26 mil niños acompañados de sus padres. Muchos de ellos habían sido desahuciados o padecían síntomas de enfermedades desconocidas para la ciencia. En Cuba, recibieron atención médica. Muchos de ellos, durante años.
El documental recorre la historia de estos niños y niñas, el espíritu con que el pueblo cubano y su revolución enfrentó, no sólo una de las épocas más duras de su historia, sino también la urgencia permanente de ayudar a los pueblos en otras latitudes.
Tarará es el nombre del que fuera la sede de la Organización de Pioneros José Martí y, antes de eso, un lugar de recreo de la burguesía durante el régimen de Batista. En Tarará, nos cuenta el documental, en los primeros años de la revolución, sus líderes planificaron las grandes transformaciones para Cuba: la reforma agraria, los planes de alfabetización, la salud…
Las instalaciones fueron rápidamente reconvertidas de residencia de los pioneros en un hospital pediátrico, por la urgencia de la solidaridad con el pueblo ucraniano,
El documental es una producción argentino cubana. Y está dedicado a Fidel y al pueblo cubano. Y tiene razón. Si hay algo que emociona, aunque todo emociona, es saber, por ejemplo, que los trabajadores del hospital, llevaban comida desde sus casas para que nada la faltara a esos niños, aun cuando en sus propias mesas, ya todo escaseaba.
Como dice uno de los entrevistados en la cinta, “Lo que tengo y no tengo, lo tengo y no lo tengo, de pie”. Y es verdad, nuevamente podemos constatar el alcance, la magnitud del contenido moral del pueblo cubano.
Por eso, y más, Cuba no está sola.
El filme se puede ver de manera íntegra siguiendo este link.