El parlamento peruano aprobó el gabinete encabezado por el premier Guido Bellido. En el primer duelo político, los partidos del régimen pestañearon primero: temían que un voto de no confianza terminara en la disolución del Congreso y la convocatoria de elecciones legislativas.
El presidente Pedro Castillo superó la primera valla puesta por un Congreso hostil: por 73 votos contra 50, el parlamento dio su voto de confianza al equipo de gobierno del primer ministro Guido Bellido. En la apertura del debate, el dirigente de Perú Libre había desatada la ira de los sectores reaccionarios al iniciar la presentación de su plan de gobierno en quechua. Bellido se había limitado a saludar al pleno y a explicar que venía “en representación de los pueblos del Perú profundo para hablar en un ambiente de tolerancia con cada uno de ustedes, sin ofendernos ni insultarnos.” Pero ofensas e insultos hubo por doquier. La presidenta del Congreso, Alvamamm, exigió a Bellido que se apurara con su alocución en quechua, que es reconocido como idioma oficial en Perú, y pasara el castellano.
En ese idioma, Bellido expuso un programa centrado en medidas en contra del Covid, como el incremento de la tasa de vacunación a la población, la unificación del sistema de salud, y económicas, que incluyen un aumento del salario mínimo.
La oposición derechista calificó al gabinete de “gobierno fallido” e insistió con sus acusaciones de que varios ministros serían simpatizantes de Sendero Luminoso. También se redundó en los llamados a que se cambie la composición del equipo de gobierno.
Pese a la furia de los sectores reaccionarios, y los temores de que, ya en la sesión del voto de confianza, se comience a desplegar un “golpe parlamentario”, los legisladores dieron ampliamente su aprobación al gabinete.
La razón estaba clara desde la conflictiva designación de los ministros. Castillo resistió las presiones que buscaban reemplazar a Bellido y a otros ministros de Perú Libre. El secretario de Estado de Economía, Pedro Francke, incluso había abandonado a última hora la ceremonia de juramentación de los ministros para forzar un cambio hacia la derecha en el gabinete. Finalmente, los aliados centristas de Castillo tuvieron que ceder.
La reacción anunció entonces, entonces, que iba rechazar la designación de Bellido y sus ministros. Y, en efecto, un voto de no-confianza desestabilizaba al gobierno. Pero había otro factor: si el gabinete era rechazado una segunda votación en el Congreso, el presidente tiene la facultad de disolver el parlamento y convocar a elecciones legislativas. Y en esa hipótesis, los partidos perderían, especialmente si no pueden crear un bloque homogéneo o, como en la segunda vuelta de la elección presidencial, unirse tras una figura única.
El gobierno de Castillo superó una nueva prueba de fuerza, pero sólo será un episodio de una lucha política que sólo se agudizará.