El caos gringo en Afganistán

Los transportes de guerra de la aviación estadounidense y sus aliados han estado trabajando horas extra para sacar a los extranjeros y afganos que abarrotan el aeropuerto de Kabul.

Los transportes de guerra de la aviación norteamericana y sus aliados han estado trabajando horas extras para sacar a extranjeros y afganos que abarrotan el aeropuerto de Kabul.

La cifra de evacuados desde el aeropuerto de Kabul bordea las 17.000 personas. De ellas 14.500 serían afganos y nacionales de otros países. Los otros 2.500 eran estadounidenses. Se supone que estos últimos no pertenecen a las tropas desplegadas en el país, ni al personal apoyo civil, ni al cuerpo diplomático, no a otros organismos gubernamentales de EE.UU.

Entonces ¿quiénes son esos gringos?

Lamentablemente, no es el momento de contestar interrogantes que desvían la atención de lo importante, como lo dirá el portavoz del Pentágono, John Kirby: “estamos luchando contra el tiempo y el espacio”. Ni siquiera sabe cuántos estadounidenses les falta aún por evacuar y quieren que explique que hacen tantos yanquis en Afganistán.

Destacan la audacia de los militares estadounidenses que fueron a buscar 169 compatriotas que no podían movilizarse al aeropuerto. Según se supo, luego de una comunicación con los talibanes, helicópteros Chinooks salieron del aeropuerto y aterrizaron en un hotel para escoltar a sus ciudadanos y embarcarlos. Esto no es como las películas, en que hacen lo que quieren. El presidente Joseph Biden afirmó que tenía un acuerdo con los talibanes y les advirtió que no pusieran obstáculos a la evacuación de estadounidenses. El mandatario reconoció que, quizás, algunas de los episodios en que patrullas talibán detuvieron a extranjeros que iban camino al aeropuerto se debían a que «ellos seguramente no controlan a toda su gente. Es una fuerza muy desordenada, así que habrá que ver qué pasa.»

Mientras, miles de afganos siguen afluyendo hacia el aeropuerto. Los militares yanquis sellaron las entradas con alambre de púas y guardias armados, pues el recinto está abarrotado de personas. Los talibanes contribuyen al caos, al permitir que más personas puedan acceder a las inmediaciones del aeropuerto. En tanto, en Washington no descartan extender la fecha límite de la salida de sus fuerzas más allá del 31 de agosto y de ampliar el perímetro de control en torno al aeropuerto de Kabul. Entre los motivos estaría el peligro de posibles ataques terroristas anti-talibán, realizados por el Estado Islámico. «Ese riesgo es real; es agudo; es persistente», declaró el asesor de seguridad nacional de Biden, Jake Sullivan,

Según el secretario de Estado yanqui, Antony Blinken, ya cuentan con un listado de países que han ofrecido acoger a los evacuados: Albania, Bulgaria, Canadá, Colombia, Costa Rica, Chile, Kosovo, Macedonia del Norte, México, Rumania, Qatar, Ruanda, Uganda, Sudán y Ucrania. Como se ve, con excepciones, son sólo países satélites de los yanquis. Pese a que muchos están con problemas internos, se cuadran con su “jefe” cuando lo necesita. “Una mano lava a la otra y ambas la cara”, dicen.

Mientras, los talibanes parecen tan sorprendidos por su rápida victoria como las antiguas fuerzas de ocupación y el depuesto gobierno títere. Uno de sus líderes, Abdul Ghani Baradar, que había sido la figura central en la negociaciones con Estados Unidos el año pasado, ya habría iniciado negociaciones con el ex presidente Hamid Karzai y otros políticos colaboracionistas con las fuerzas de ocupación estadounidenses. En una medida que llamó la atención pidieron la mediación de Rusia para entablar conversaciones con fuerzas anti-talibán que controlan el valle de Panjshir, en el norte del país. Esa zona ya había sido una de las bastiones de los señores de la guerra contrarios a los talibán en la guerra civil de los años noventa. El embajador ruso en Kabul confirmó la iniciativa, que buscaría una «solución política» al conflicto.