Las candidaturas y “ofertas” electorales que pretenden ser representativas del pueblo se asemejan a una pantomima de la realidad política. Aparecen figuras oportunistas que buscan intereses personales y que no saben lo que demanda el pueblo.
Fue la culminación de un mes de marchas, contramarchas, confusiones, divisiones, cahuines, acusaciones y peleas. La Lista del Pueblo proclamó a su último candidato presidencial. Esa crisis es sólo expresión de un antiguo mal de la izquierda y de muchas organizaciones populares: su renuencia de basarse en la voluntad del propio pueblo, sus decisiones y demandas. Al revés, siempre terminan primando los oportunistas, los que aparecen con un discurso ya armado, y con una ambición indisimulada.
Primero fue Cristián Cuevas, quien fue presentado como un dirigente sindical de trayectoria, un representante de las disidencias sexuales y, al fin, un líder de experiencia. Pero esa reputación la construyó en la segunda mitad de la década antepasada. Desde entonces, se ha dedicado a destruirla sistemáticamente.
Primero, con su asociación a la Concertación, vía las alianzas del Partido Comunista; luego con su abandono de la lucha social y política a cambio de un cargo en el exterior, agregado laboral en la embajada de Chile en España. Cualquiera sabe que aceptar un ofrecimiento de ese tipo es comprometedor y que, digan lo que digan, siempre será (o será visto) como un pago o compensación por alejarse de la escena nacional. Cuevas renunció al cargo y al PC, luego del asesinato de Nelson Quichillao, en El Salvador, en manos de Carabineros. Lo que algunos presentan hoy como un gesto de corrección ética frente a los crímenes del gobierno de Bachelet, para Cuevas no fue sino la ocasión de lanzarse a otras candidaturas en lo que después sería el Frente Amplio. En el intertanto, recorrió el país cantando las loas al falso “proceso constituyente” de la Nueva Mayoría.
Lo único que lo distingue de los políticos del “nuevo centro” creado en torno a la Concertación y el FA, son sus fracasos políticos constantes. Con la precisión de un reloj, lo que emprendía, fallaba indefectiblemente. Candidaturas a diputado, amagos presidenciales, la dirección de conglomerados, partidos y “lotes”, nada lo hacía bien.
Su aparición, a última hora, como candidato presidencial de la Lista del Pueblo, también la malogró. A sabiendas de que actuaba sólo con el respaldo de un grupo, hizo todo lo necesario para que esa maniobra tampoco tuviera éxito y, al contrario, causara el máximo daño y encono posible. Ahora se dice que, a falta de patrocinios suficientes para ir como independiente a la presidencial, podría ir a las elecciones presentado por algunos partidos que necesitan una figura que dé visibilidad a sus campañas parlamentarias. Si fuera así, Cuevas confirma exactamente las acusaciones que se le habían hecho en la acerba polémica interna de la Lista del Pueblo.
El nuevo elegido es ahora Diego Ancalao. Éste ni siquiera se molesta en cumplir con las apariencias de sumarse a algún esfuerzo político colectivo, por muy maltrecho que esté. Desestimó, con un gesto condescendiente, las primarias sui generis de recolección de firmas que improvisaron en la Lista del Pueblo para sacarse de encima a Cuevas.
Pero a diferencia de Cuevas, con Ancalao no se puede hablar de una trayectoria política. Es más bien un currículum vitae, subido a Linkdn. De partido en partido, de ONG en ONG, de candidatura en candidatura, de pituto en pituto, no hay consistencia alguna en ese recorrido, excepto que cada una de esas etapas constituyó una fuente de ingresos personales.
En ese aspecto, el novísimo candidato del pueblo se parece mucho a Sebastián Sichel: el arribismo hecho ideología.
Si Ancalao cumple con los requisitos legales para estar en la papeleta y si este sábado se impone Yasna Provoste en las “primarias” de la Concertación, se crearía la más insólita de las constelaciones: todos los candidatos serían democratacristianos. Boric, Sichel, Provoste, Ancalao: la DC como partido único de la de descomposición del régimen.
Si ME-O logra el salto -sobre hora y con extremada maldad para con sus aliados- del banquillo de los acusados de corrupción a la boleta presidencial, habría un candidato de oposición a la DC; o Parisi, quizás.
Notable.
Lo que está de fondo a esta bancarrota política es el afán de las distintas corrientes de izquierda, populares o democráticas críticas del sistema, de asimilarse al régimen. Y en esa carrera, los partidos del régimen ganan. Es el único ámbito en que todavía pueden operar.
Lo curioso es que pasados…, digamos, para poner cualquier número,… 30 años de lo mismo, nadie entienda que una opción popular debe considerar la voluntad, las necesidades, las demandas y las preferencias del pueblo. No las necesidades de los partidos, organizaciones, gremios, círculos, colectivos y personas. No. Las demandas del pueblo. Una vez que sea.
Nadie les dice que no tengan ansias de poder, un poco. O que nunca se hayan equivocado en nada. Tampoco nadie les pide que dejen de lado sus “debates” y su “construcción de proyectos” o que “repiensen” esto o lo otro. Eso sería, quizás, mucho pedir, de una vez y de golpe.
Pero comprender la situación de nuestro pueblo, de los trabajadores, de los pobladores, de las mujeres, de los jóvenes, de los niños, y tomar en cuenta lo que quieren, es como lo básico que se puede exigir para cualquier opción, pues, popular.
Y eso debe ser algo bien concreto. Lo que se necesita ahora es que se luche por la justicia, y eso redunda en mejores sueldos, en viviendas, en salud, en educación, entre otras cosas. Significa, también, castigar a los que roban, estafan, asesinan y torturan.
Está claro que nada de esto lo podrá hacer alguien que esté asociado a este régimen.
El pueblo lo que necesita son líderes, surgidos de su propio seno, con ansias de justicia y verdaderamente independientes del régimen político; que busquen cambiar todo lo que deba ser cambiado y que ponga al ser humano como sujeto de su historia.
Eso significa cambiar el país radicalmente y acabar con los que hoy se creen dueños de Chile. Significa dar un mejor país a nuestros hijos, a las nuevas generaciones de hombres y mujeres.
Esos líderes (y, hay que decirlo, sobre todo, lideresas) están surgiendo todo el tiempo en nuestro pueblo.
La hora de comprender esta situación, lamentablemente, ya ha pasado para quienes se aferran a lo viejo.
Lo nuevo se impondrá, por todos los medios necesarios.