Política corrupta

La corrupción política en Chile parece extenderse por todos lados y los perdonazos siguen estando a la orden del día. La corrupción llega a todos los niveles y a todos los funcionarios del Estado.

La corrupción en la política y el Estado chileno viene desde hace mucho tiempo: desde el reparto de las concesiones salitreras, el reparto de los terrenos en la Araucanía, la administración pública en manos de aprovechadores hasta hoy día, el robo de las industrias nacionales por los afines a la dictadura militar, la aprobación de la constitución de 1980 basada en el fraude, indemnizaciones a directivos de empresas públicas por cerca de 130 millones de dólares, el robo de Pinochet de dinero enviándolo a cuentas en el exterior por 26 millones de dólares, la privatización de las empresas del Estado, caso de narcotráfico con Pinochet y Frei Ruiz Tagle, los Pinocheques con un monto de tres millones de dólares, el caso Mirage, el tráfico de Armas a Croacia, el caso Chispas, caso Inverlink, caso Corpesca, el desfalco de Juan Pablo Dávila por 218 millones de dólares, el Mop gate, las casas Copeva, Caso mina Isla Riesco, el caso Cascadas, caso Caval, Milicogate, pacogate, las platas de Soquimich, el robo de las Afp a los jubilados, Enjoygate, y cientos de casos más de escasa relevancia comunicacional.

Como dijera Vicente Huidobro “todo está podrido en Chile”. Y está podrido porque la corrupción abarca a los partidos políticos, a los jueces, a las fuerzas armadas, a las policías, a los empresarios, y a cuanto ser pueda alcanzar que este dentro de su radio de acción. En Chile, ha estado presente desde siempre, pero fue alcanzando ribetes inesperados desde el golpe de Estado de 1973, de allí en adelante y sobre todo cuando ya veían el fin de la dictadura, comenzó el arreglín de todos, fraudulentamente se hicieron dueños de las empresas del Estado, hicieron una constitución que los respaldara en el futuro para no perder lo ganado, robaron millones de dólares y fueron a parar a paraísos fiscales, dejaron a sus lacayos ganando dinero para que no los vendieran y quizás lo más indignante, dejaron el control del país en manos de empresarios inescrupulosos que manejaban el tesoro de las jubilaciones de los chilenos. Una vez “llegada la democracia”, nada cambió, sino que se incrementaron los robos y la corrupción, el pueblo chileno fue mudo testigo de como “enemigos irreconciliables” bregaban por los mismos intereses, el libre mercado se hizo más agudo. Esta es la razón de que pudiera haber congresistas pedófilos, delincuentes, abusadores y traidores al país, todos juntos y revueltos, y es como incluso, en el summun de lo absurdo, se escoge a uno de esos como presidente.

La vieja guardia pinochetista se integró con los nuevos concertacionistas y prosperaron juntos, más adelante irían integrando a más participantes al ruedo, y unos más, otros menos, danzarían con el dinero de las arcas del Estado y de los privados. Fue tan evidente la corrupción, que se hizo una ley para financiar a los partidos políticos, que son millones de pesos que el Estado les paga para que no se corrompan, es decir, sabemos que son corruptos, pero le vamos a pagar para que no se corrompan tanto. Como queda en evidencia, no sirve mucho. Y es más, entre los funcionarios del Estado se instauró a tal escala la corrupción, que hoy día alcanza a todo el engranaje estatal.

No hay manera de salvar al Estado actual de la corrupción, a menos que se cambie el sistema. No basta con el cambio de constitución, si los que son parte de la política actual continúan usufructuando del Estado. O cambiamos todo o no cambia nada.