Convención constitucional: ¿de cuánto estamos hablando?

Por primera vez, el debate en la convención constitucional abandonó el discurso del “diálogo” y “la tolerancia”. Esta vez, se dieron con todo, como lo hacen en el Congreso cuando las discusiones son televisadas. En la pelea, incluso, salió a relucir la ¡lucha de clases! Una lástima que tanta energía estuviera dedicada al tema de… las asignaciones de los convencionales.

El problema del dinero, lo reconocieron los convencionales, es incómodo. Y más incómodo aun porque la convención quedó subordinada a los manejos financieros y operativos del gobierno. Eso ha traído muchos problemas desde el primer día, porque, para variar, éste estuvo robando de lo lindo. Selló unas licitaciones multimillonarias de última hora con empresas ligadas a personeros de la derecha. El resultado era previsible.

Se destinaron miles de millones de pesos para una empresa de seguridad de un ex paco y guardaespaldas de Pinochet, que provee un total 15 guardias privados por 500 millones de pesos; eso, en circunstancias que Carabineros de Chile creó una comisaría nueva, la 29ª, con cuatro oficiales y 90 efectivos, sólo para la convención, y sin ningún gasto adicional y por el mismo servicio de estar parados por ahí.

Se gastaban dos millones al día en puro café; en un traslado en radiotaxi de la presidenta de la convención de su casa al centro se cobró una vez, el 7 de julio, $210.000. A otro convencional lo llevaban de su casa en Chonchi al aeropuerto de Puerto Montt por $350.000 (en bus son como diez lucas, y eso ya es caro).

Pero más que el sospechoso derroche -que debió haber sido sometido a una auditoría, y las irregularidades, denunciadas, pero nada de eso ocurrió- a los convencionales les preocupa su imagen. Los bots y la prensa les echan la culpa a ellos, cuando el responsable es el gobierno. Pero tampoco quieren quedarse sin recursos. ¿Qué hacer?

La comisión transitoria de presupuesto elaboró una propuesta: 2 millones de pesos para pagar asesores, 1 millón de pesos para viáticos, medio millón para papel, impresoras, plan de datos, etc. Aparte van los 2,6 millones -bruto- de sueldo o dieta.

La derecha, por supuesto, se lanzó a atacar. En el debate, un tal Eduardo Cretton dijo que votaría en contra porque eso “es lo que me pidió la gente cuando pregunté hoy día en la micro o en el metro, camino para acá.”

Ya. Seguro. Te creo.

Cretton se dio cuenta que lo de la micro, quizás, era un poco inverosímil y agregó -para balancear una mentira concreta con una más abstracta- “pero, también, porque es lo mismo que prometimos en nuestras campañas cuando dijimos que íbamos a desterrar la vieja política y sus formas.”

Bueno, los empresarios que pagaron 40 millones de pesos para que él estuviera en la convención, incluyendo unos aportes de la familia Matte -dueña de CMPC, del banco BICE, Entel, Colbún, para qué seguir- no son precisamente nuevos.

Del otro lado, estaban enojados con esos discursos de la derecha. Los acusaron de tratar de sabotear la convención y desprestigiarla. No es verdad que queramos subirnos el sueldo. Es para cumplir con nuestra labor. Argumentaron que ellos no cuentan con los asesores de Libertad y Desarrollo que andan redactándoles las minutas al pinochetismo.

Es una cosa de justicia, explicaron. Una convencional dijo, incluso, que era un asunto de clase: “la escritora feminista Virginia Woolf preguntó ¿qué necesitamos las mujeres para ser escuchadas? Ella, en su rol de escritora, lo respondía con una perspectiva de género, pero también de clase: ‘necesitamos un cuarto propio y una renta de 500 libras al año.’”

En verdad, lo que Virginia Woolf realmente dijo es que se necesitaba “un cuarto propio y dinero”, simplemente. La renta de 500 libras anuales es la suma que, no “las mujeres”, sino la propia Woolf, recibió luego de la muerte de una tía pudiente. En dinero de hoy, serían 30 mil libras esterlinas al año. En pesos chilenos, más de 32 millones: 2,6 millones de pesos mensuales.

Curioso.

Eso es exactamente la suma de la dieta de los convencionales. Cuando se habla de “perspectiva de género y de clase”, habría que considerar de qué clase estamos hablando.

La mayoría de las mujeres de Chile no perciben una renta. La mayoría de las mujeres Chile trabajan.

Para ser escuchadas, no necesitan que otras mujeres, más afortunadas que ellas, accedan a posiciones políticas desde las cuales pudieran aplicar su “perspectiva”.

Para ser escuchadas, las mujeres trabajadoras deben ser libres. Libres de la opresión sexista, libres de la dominación del Estado, libres de la esclavitud del salario.

Es verdad. Es incómodo lo del dinero. Para la derecha, efectivamente, es fácil: ellos lo tienen. Para los otros, provenientes de las llamadas clases medias, es un asunto espinudo. Necesitan plata, pero saben que mientras más asunto hacen de ella, más se separan del pueblo.

Como en todo, ese sigue siendo el dilema de la convención constitucional.

El convencional Fernando Atria, hasta ahora circunspecto, planteó el problema a su manera. “Eso es lo que está en juego: si lo que hacemos aquí podrá ser entendido por el pueblo, a pesar de sus [de la derecha] estrategias de mentira, manipulación y distorsión.”  

Es hora de que los convencionales se preocupen menos de lo que pueda o no “entender” el pueblo, y más de que ellos entiendan, de una vez, lo que el pueblo quiere.