Los niños de Guayacán

El día 24 de diciembre de 1973 desaparecían dos niños pequeños, de 8 y 9 años, en Guayacán, Coquimbo. La búsqueda fue infructuosa. Sus restos aparecieron años más tarde.

Dos niños pequeños, Rodrigo Palma Moraga de ocho años y Jimmy Christie Bossy de nueve años, nunca llegaron a recibir los regalos que sus padres les tenían en sus hogares, pues desaparecieron el 24 de diciembre de 1973. Esto ocurrió en Guayacán, Coquimbo.

El lugar donde habitaban los niños colindaba con unos estanques de bencina que estaban siendo custodiados por militares del regimiento de artillería motorizado Nº 2 del ejército. La dictadura llevaba apenas unos meses en el poder.

Tras una intensa búsqueda de los vecinos y familiares de los niños, no se los encontró. Como causó revuelo el incidente, fueron interrogados y torturados los padres. Todos sospechaban de los militares, porque los militares que siempre estaban cuidando el estanque se habían esfumado luego de la desaparición de los niños.

En 1978, se encontraron los restos de los niños a cien metros de sus casas. Todos esos lugares habían sido objeto de búsqueda, más aún cuando estaban enterrados a veinte centímetros de profundidad, la sospecha fue que fueron trasladados y enterrados en una fecha posterior a sus muertes. Los niños presentaban impactos balísticos de grueso calibre, con destrucción del 75% del cráneo.

Los niños fueron asesinados por los militares que protegían el estanque, luego recogieron los cadáveres, para volverlos a enterrar tiempo después. Participaron del encubrimiento, el comandante del regimiento Arica, Ariosto Lapostol, Juan Emilo Cheyre, Osvaldo Pincetti, Carlos Verdugo Gómez, quienes están inculpados en la querella que hicieron los padres de los niños. Esto porque querían inculpar a los padres de la desaparición, mediante torturas. También fue partícipe de este encubrimiento la justicia, de mano del juez Jorge Zepeda. Todavía no hay justicia en este caso. Quizás, la exhumación de sus restos arroje más luz de cómo se perpetró el asesinato.

Estos dos niños, forman parte de 307 niños ejecutados durante la dictadura militar, de los cuales 75 continúan como detenidos desaparecidos. Lo más deleznable de estos casos, es el inmoral consorcio entre gobierno, justicia, ejército y civiles, para encubrir a los criminales. Nada más inhumano que avalar a sabiendas el horror, la tortura, el asesinato y la desaparición de personas. Ese tipo de infamia es el que quedó reflejada en el rayado del memorial a los niños muertos en Guayacán el año pasado. Sus autores reivindican con sus rayados la inhumanidad de quienes defienden a la burguesía en Chile.