Chorero de corazón. Sencillo, honrado, preocupado, cariñoso con los más cercanos. Socio de la banda del Juventud Porteña. El “Polera” fue uno de sus primeros integrantes. Buen hijo, hermano mayor responsable. Padre de una pequeña. Buen amigo y compañero, son algunas de las cualidades que sus padres nos señalan para describir a Manuel.
Su apodo “el Polera” se origina en la niñez. “Él estaba ansioso por tener una polera del Colo. Era la primera polera que había salido y él la pedía. Finalmente se la regalamos. Y como la polerita era con cuello. Todo el que pasaba le agarraba el cuello a la polera y le decía. ¡Está linda la polera! Y al final quedó por el polera”.
“Él era mi compañero”, nos comparte su padre. “Hay hartas anécdotas con él. Salimos harto con el club. Fuimos a ver partidos de la copa de campeones. Los fines de semana nos levantábamos a las 6 de la mañana y nos íbamos a la cancha. Nos juntábamos con los cabros de la Banda del JP y llegábamos a la Bombonera temprano”, nos cuenta el Pato, su padre. “El polera, yo y mi hijo menor compartíamos el ser futboleros. Él jugó en el Juventud Porteña. Y en el Venecia nos organizamos para hacer la plata de los arbitrajes y otras cosas que se necesitan. La plata pa’ jugar la pone la gente, así funcionan los equipos de pobla”.
21 de octubre de 2019. Matan al polera
El 21 de octubre del 2019, una patrulla de infantes de marina que se desplazaba en un camión, comienza a perseguir a manifestantes y peatones. Uno de ellos es atropellado por el vehículo. El marino que conducía el camión era el cabo Leonardo Medina Caamaño. “Han pasado ya 21 meses de ese día”, rememora el padre. “Él iba a una marcha en Concepción. Era tarde y nosotros estábamos tomando once con mi señora cuando recibimos un llamado telefónico de mi sobrina que nos dice: Oye parece que atropellaron al Jano. En ese momento nadie sabía nada. Mi señora fue corriendo. Yo la seguí atrás”.
“Cuando llegué, no había nada. Habían levantado el cuerpo. Solo estaban los militares y los carabineros”, prosigue la madre. “Cuando llegué, ellos, se dieron vuelta con sus metralletas y tuve que corrérselas para acercarme. Pregunté si habían atropellado a alguien, que era mi hijo. Ellos negaron todo. Uno de los milicos mira para atrás y me señala a un carabinero. Le pregunto al paco y me responde lo mismo. Me dice que no ha pasado nada. Ellos sabían todo y le negaron la información a una madre. Mi marido llegó al lugar en auto. Aún no sabemos que vecino nos ayudó. Estábamos desesperados. Nos llevó al hospital. Lo estaban bajando de la ambulancia cuando llegamos. Corrí y Les pedí el nombre del joven que iba en la camilla. Me lo negaron y me dijeron que debía esperar hasta hablar con el médico. Mi marido que venía atrás les insistió y le respondieron lo mismo. A mi hijo lo pasaron a sala de reanimación. Vamos a ver qué pasa, nos dicen los funcionarios. El médico va a bajar a hablar con ustedes, nos vuelve a decir para calmarnos. La espera fue horrible. Todos callaban, nadie decía nada. Desesperada me tiré al piso y miré por el espacio que hay entre la puerta y el suelo. Ahí lo reconocí. Vi sus zapatillas. También vi que lo estaban acomodando. Ellos nos dijeron que estaba en reanimación y nosotros pensamos que le estaban haciendo un procedimiento. Nos hicieron creer que había llegado vivo, luego supimos que murió al instante. Estaba con su cabecita vendada. Como sujetándolo con el vendaje. En la nariz tenía un cuajaron de sangre. Lo poco que le hicieron, lo hicieron a la rápido porque nosotros estábamos ahí. Tenía todos sus dientes quebrados. Su pierna. Al final no le pudimos poner ropa en el servicio médico legal, porque nos dijeron que no se podía tocar el cuerpo. Que estaba todo molido por el golpe. En las imágenes del video se ve todo, se ve el golpe igual”.
¿Justicia?
La injusticia, la mentira, el encubrimiento y el engaño sí existen. Lamentablemente la justicia es ciega con los ricos e inquisidora con los pobres. “Si cometo un delito me voy directamente preso. Si uno hurta algo, caes en cana al tiro. Pero éstos, matan a una persona y siguen en la calle. ¡No mataron a un animal! Mataron a mi hijo, a un compañero, padre de familia, un hermano. Teníamos hartos proyectos nosotros”, señala el padre.
Por su parte Luisa, la madre, dice que ya no confía en la justicia “Si yo hubiera matado al militar ¿Cuántos años me habrían dado a mí? Te aseguro que me habrían condenado, encerrado y rematado. Todo el mismo día. Ahí andan rapidito. Pero cuando nos matan a uno de los nuestros la cosa no es tan rápida. El asesino anda feliz disfrutando por las calles. Con firma mensual, arraigo nacional y con sueldo todos los meses, eso es una burla. Ahí se ve como el estado y Piñera los protegen. Ellos permiten que se deje ciega una trabajadora, que se mate a quien protesta, que se encarcele a los jóvenes. Ellos también son culpables junto a los jueces”.
“Cuando pienso en justicia siento rabia e impotencia”, nos confiesa la madre. “Lo que nos queda es salir a la calle a protestar. No tenemos a la justicia de nuestro lado, no tenemos a la prensa. Solo nos tenemos a nosotros y como dice el compañero, la gente por rabia salió a la calle. Ese día cuando empezaron las protestas salimos todos a las calles por un montón de cosas y Manuel salió por lo mismo. Él iba a una marcha en Conce y lo mataron”.
Desde el asesinato de Manuel van 21 meses. Y el culpable del dolor de una familia sigue libre. “Nosotros exigimos prisión preventiva. Eso es lo primero. En la última audiencia se cambió de cuasidelito de homicidio a homicidio y quedó con los mismos cargos. ¿No cree usted que es una burla para nosotros? El 17 de agosto empezamos la preparación del juicio oral. Ahora viene lo bueno. Y ahí hay que meter boche”, afirma el padre.
“Fabiola Campillai, es otro ejemplo de impunidad. El paco Maturana estuvo un día en prisión y lo mandaron a su casa de nuevo. Revocaron la medida”, interviene Luisa, “Entonces no pues, eso no puede pasar. Esto es una burla. Hablan de acusarlo. Lo condenan y pasa un día y lo sueltan. Eso es más que una burla, ya no hay palabras para describir a las instituciones, a los juzgados y jueces. No hacen su pega. A asesinos y delincuentes uniformados los mandan a su casa y a nosotros por mucho menos nos secan en la cárcel. ¿Qué justicia es esa?, y los presos políticos ¿acaso no es lo mismo? La justicia es inmoral. Se vende al dinero. Se arrodilla al poder y es esquiva con el pueblo”.
“Cada vez que voy a esas instituciones”, relata la Madre. “Me dicen que será un camino muy largo. Y eso es así para los pobres, es así porque ellos quieren que sea así. Ellos le buscan la quinta pata al gato, como se dice, para hacer que las familias se cansen. Yo siempre he dicho. Uno estando con salud y vida, aunque ellos sigan demorándose, nosotros vamos a seguir la lucha por la justicia de nuestro hijo. Manuel es un símbolo hoy día, Manuel refleja la razón por la cual todos salimos a las calles esos días, a todos nos movió la injusticia, a todos nos movió la rabia”.
A organizarnos y a mostrar nuestra rabia en las calles.
“Nosotros creemos que con la gente en la calle vamos a lograr mucho. Es nuestra forma de presionar. La movilización es la estrategia. Si nosotros nos quedamos en silencio, no se escucha nada. Nosotros tenemos que meter boche. Por eso yo voy a toda actividad que me invitan, yo voy porque es dar presencia por nuestro hijo. Para que no se olvide su caso” sostiene el padre del polera. “Uno cuando va a otras actividades espera mucho, porque en primer lugar, la televisión no muestra nada y en las marchas, se acerca gente, te aconsejan, te dan palabras de aliento. Eso es bueno porque nosotros somos jóvenes. Que te ofrezcan una ayuda, espacio para hablar, para compartir la historia del hijo. Sirve harto y se agradece”.
Le preguntamos a Luisa: ¿Cómo crees que va a ser recordado Manuel? “Él va a ser recordado como un hombre asesinado por el estado. Manuel es parte de la memoria del estallido social”, interviene el padre. “En nuestra historia va a aparecer el nombre de mi hijo, asesinado a los 23 años por salir a luchar por sus derechos. Él se fue por manos del estado, y así lo van a recordar”, finaliza la madre.
Nadie de la gente de a pie queda indiferente ante este dolor. Cada madre, cada padre puede intuir la dimensión de la pérdida, y la necesidad de obtener justicia. A nosotros también nos llega el dolor de Luisa y Pato. Confirma una vez más que lo que quieren estos criminales es conseguir la impunidad de alguna forma. Buscan proteger a los uniformados, dilatar, hacer que se olvide el caso. Entretanto el culpable circula libremente. Pareciera no haber apuro. Pero así como Pato y Luisa, no cejarán en su propósito de conseguir justicia. Nosotros no olvidaremos. Cuando nuestra rabia vuelva a estallar en las calles, recordaremos que en ese engaño están asociados el gobierno, carabineros, los marinos y el poder judicial. Y todos juntos, caerán.