Minorías: ¿tolerancia o intolerancia?

Todos piden hoy tolerancia. Bueno, no todos, sino que la derecha. Por eso se nota más. ¿Tiene derecho a exigirla? El filósofo austríaco Karl Popper -nada de izquierda él- da algunas luces.

Es un fenómeno muy curioso. La derecha ha descubierto las bondades de la tolerancia, del respeto a las minorías, de que se respeten todas las voces y se considere la representación incluso de aquellos que son pocos. El descubrimiento se dio sobre todo por lo que sucede en la convención constitucional. Allí, sus representantes ponen el grito en el cielo: “no somos ni oídos, ni respetados”, exclaman, “nos marginan, sólo por ser minoría en esta convención”.

El problema de esto es que siempre han sido una minoría en el país. Lo que ocurre es que han impuesto esa condición minoritaria para castigar a quien osare cruzarse en su camino.

Una y otra vez han golpeado a los trabajadores y a sus familias. No les importa su bienestar ni su padecer: reprimen y detienen, por protestar por sus derechos, a nuestros niños y niñas en las escuelas. Hacen leyes para debilitar a los sindicatos, para proteger a las AFP y para dar jubilaciones paupérrimas a nuestros ancianos. Roban impunemente los recursos y las empresas del Estado. Aseguran su futuro nombrando a políticos, jueces, militares y gerentes en cargos del Estado, etcétera.

En su imaginación, se sienten o, más bien, se sentían “mayoría”, porque podían actuar avalados por los partidos del régimen como la Democracia Cristiana, el Partido Socialista, el PPD, los radicales, etc. Ahora, esos partidos apenas pueden sostenerse ellos mismos. La derecha pierde su punto de apoyo y quiere ser reconocida como minoría.

Pero se trata de una minoría violenta que ha hecho mucho daño al país: golpes de Estado, asesinato de militares, masacres de civiles, robos y usurpaciones de campos, alianzas con potencias extranjeras para atacar a Chile… Esa es la senda de la derecha.

Esa minoría violenta es pequeña. No debe ser más allá de un 10% de las personas, contando sus mascotas.

Pero hoy como ayer, el problema en quienes asumen la defensa de la derecha y la apoyan, ya sea por su participación directa o por complicidad con sus crímenes. Sus salvadores son los mismos que negociaron la transición pactada de la dictadura. Los que legalizaron el robo de las empresas estatales. Los que ampararon la impunidad de los asesinos. Los que no hicieron nada para que el pueblo tuviera educación gratuita, salud o viviendas dignas. Los que ignoraron las demandas y necesidades de ese mismo pueblo.

Esos mismos quieren hoy que la derecha tenga voz y voto, proscenio y protagonismo en la convención constituyente.

No han comprendido nada. No los queremos. Ni a ellos ni a la derecha, a ningún representante del régimen político. Son todos iguales.

Tratan de salvarse entre ellos. También entran a este ruedo los jóvenes concertacionistas del Frente Amplio que siguen el mismo predicamento de la política añeja. Pregonan que nadie debe estar excluido, que eso sería malo para el país.

El filósofo austríaco Karl Popper, un exponente importante del liberalismo, analizó el problema de la tolerancia en lo que llamaba “la sociedad abierta”.

Sostenía Popper: “La tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aquellos que son intolerantes; si no nos hallamos preparados para defender una sociedad tolerante contra las tropelías de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, junto como ellos, de la tolerancia… Deberemos exigir que todo movimiento que predique la intolerancia quede al margen de la ley y que se considere criminal”.

Nosotros sabemos que todo el régimen político es intolerante. No basta con darle argumentos o dejarlos hablar. Al final, cuando están en peligro, utilizan la violencia como salida. Salen a aplastar al pueblo. Así quedó corroborado el 18 de octubre del 2019, en las jornadas de protesta en la dictadura, en el golpe de Estado de 1973, en las huelgas obreras. La lista de la violencia de estos políticos es larga, muy larga.

Hoy, cuando el pueblo está detentando un poder real en la sociedad y en las calles, quieren otra vez obstaculizar y neutralizar el camino del cambio. Pero hoy como nunca sabemos que somos la mayoría y vamos por todo.