Este martes se confirmó el pacto entre el FA-Concertación y el sector más reaccionario de la derecha. Las vicepresidencias de la convención constitucional no serán elegidas, sino “patrocinadas”.
Por 92 contra 62 votos fue rechazada una enmienda, presentada por la Lista del Pueblo, otras agrupaciones de independientes y el PC, que buscaba que las vicepresidencias adicionales de la convención constitucional fueran elegidas democráticamente. De este modo, se confirmó el acuerdo entre el Frente Amplio, la ex Concertación y la derecha para manejar la mesa directiva de la convención.
El mecanismo escogido consiste en que basta reunir 21 patrocinios para lograr una vicepresidencia. Dos de los nueve cargos corresponderán a los pueblos originarios, que deberán juntar ocho patrocinios.
El extraño mecanismo había sido propuesto por la presidenta de la convención, Elisa Loncón, y el vicepresidente, que actúa como el principal negociador del Frente Amplio en la asamblea, Jaime Bassa. Éste había justificado el plan aduciendo que “la práctica política también es una fuente de derecho”.
Esta oscura alusión teórica quedó más clara cuando el plan acordado con la derecha enfrentó un nuevo desafío: la propuesta de que los vicepresidentes podrían ser revocados. Esta enmienda, de nuevo propuesta por la Lista del Pueblo y otros grupos, significa una amenaza directa a todo este negocio. Con mayoría absoluta, se podría destituir a uno de los vicepresidentes si pierde “la confianza del pleno”.
Los defensores del acuerdo trataron de evitar que se sometiera a votación. Fernando Atria, del Frente Amplio, argumentó que la indicación era “inadmisible”. Según él, los vicepresidentes, por definición no tienen la confianza del pleno, porque… ¡no fueron elegidos democráticamente!
Así se cierra el círculo. El cinismo del profesor de derecho constitucional recuerda el desparpajo con el que uno de sus referentes teóricos, el jurista nazi Carl Schmitt, justificaba el “Führerprinzip”, o sea, la autocracia de Hitler, como “ajustado a derecho”.
Aquí, en la convención, en vez de la democracia, regiría el acuerdo privado entre “patrocinado” y “patrocinantes”.
Sin embargo, los defensores del acuerdo con la derecha fracasaron en este punto, y se estableció la posibilidad de revocar a los vicepresidentes.
Otra derrota de la alianza fue que se aprobara el principio de que la paridad no significa un límite para la participación de las mujeres en la mesa directiva, sino un mínimo de un 50%. Previamente, los suscriptores del acuerdo secreto habían defendido la interpretación restrictiva de paridad para imponer su fórmula en la importante comisión de reglamento. Aquí también fracasaron.
Pese a que el plan se cumplió en lo esencial, las votaciones de este martes deberían ser motivo de preocupación para los partidos del régimen. Ni aun sumando todas sus fuerzas, desde el Frente Amplio hasta Marcela Cubillos, logran los necesarios dos tercios para dominar la asamblea.
Al revés, quedó develado que el acuerdo con la derecha en realidad fue cerrada no con todo el bloque del oficialismo, sino con su ala más reaccionaria e identificada con el rechazo. Inmediatamente después de asegurado el plan, la UDI notificó a los representantes de los otros partidos, RN y Evópoli, que fijaría quien sería el o la “patrocinada”, pues de 37 convencionales de derecha (algunos se han ido alejando), controla veinte; basta el “patrocinio” de Marinovic o Jürgensen para asegurar su cupo. Los perjudicados, que habían hecho intentos, por su cuenta, de acercarse a la ex Concertación, deberán agachar la cabeza ante el pacto FA-Concertación-pinochetismo. Así es la vida.
Mientras, los partidos del régimen creen que, si regresan el reloj en 30 años, todo va a estar bien: la falsa “democracia de los acuerdos” es lo más que toleran.