La Revolución Cubana no está sola

El 11 de julio el imperio volvió a fracasar. Al trasto se fue su intento por transformar una movilización, en asonada y derrumbe. La isla y la revolución siguen allí, luchando, como siempre, en circunstancias extraordinarias. Este 26 de julio se cumplen 62 años de la gesta heroica. Desde el territorio libre de América Latina, Claudio, un chileno que lleva más de sesenta años en la isla, nos ofrece su relato.

El acontecimiento del pasado 11 de julio fue celebrado como un triunfo por mandatarios, burgueses y capitalistas de todos lados. ¿El justificativo perfecto para desviar la atención de sus propias crisis internas? Seguro. Y los medios se dieron un festín. Mostraron, eso sí, imágenes de diferentes fechas y países como si fueran Cuba hoy. Hipócritamente lo presentaban como el principio del final de una dictadura de más de 60 años. Pero las buenas noticias le duraron muy poco. Tampoco faltaron los que desde tribunas supuestamente progresistas, se pusieron del lado de los opresores, porque como bien dijera alguna vez Fidel, «en tiempos difíciles, el número de vacilantes aumenta, y eso es una ley de la historia«.

Lo ocurrido el 11 de julio fue superado por la acción mayoritaria del pueblo. Hoy hay una total tranquilidad. La vida en el país está totalmente normalizada. La calle sigue normal, la gente va a su trabajo, regresa a su casa, sigue las orientaciones sanitarias para detener la pandemia. No hay ninguna situación especial en el país. Sí sigue en EE.UU, con virulencia, para crear una atmósfera…”. El que opina es Claudio, octogenario chileno residente desde los 21 años en Cuba. Arribó a la isla en febrero de 1960. Testigo extraordinario de la gesta revolucionaria protagonizada por ese heroico pueblo.

Claudio, con su hijo en brazos, 50 años atrás.

La Revolución Cubana no comenzó con el Movimiento 26 de Julio, sino por allá por octubre de 1868 junto a Céspedes y otros revolucionarios. Comenzó liberando a los esclavos. Fidel, Raúl, Vilma, Camilo, el Ché, el Ejército Rebelde fue la continuación de esa obra. Tomaron la posta de liberar al pueblo del yugo imperial. Triunfaron en enero de 1959. Eso fue posible porque el pueblo reconoció en la lucha de los rebeldes su propia lucha por la liberación. Así lo graficaba Fidel, en Uruguay en mayo de ese año:

“…estamos todos absolutamente de acuerdo en que revolución es aquella que los propios pueblos hacen y no la que otro pueblo hace para él…”

Resultaba que allí, en aquella pequeña isla caribeña, en las barbas del imperialismo, un pueblo triunfaba en la lucha por su liberación, demostrando así que los pueblos son capaces de triunfar. No eran los tiempos de las redes sociales, y lentamente la noticia de la gesta recorrió América y el mundo. El entonces canciller Raúl Castro visitó Chile en Agosto de 1959, y para Claudio, así como para miles de jóvenes chilenos, resultó un descubrimiento extraordinario. Rápidamente se pusieron a disposición, por la curiosidad de obra semejante y el llamado del deber de participar. “Si de alguna manera podíamos ayudar al movimiento revolucionario en Chile y América Latina, era tratando de que la Revolución Cubana cumpliera sus metas, por las características e importancias de éstas para la humanidad…”, así resume Claudio su decisión de viajar a la isla antillana, de la cual no se separaría nunca. Hoy vive allí, y es propietario de una envidiable lucidez, memoria y determinación.

Conserva fresco el recuerdo de la miserable vida que tenían los campesinos en tiempos de Batista, de su contacto con ese pueblo humilde, de las necesidades apremiantes que fue resolviendo la revolución. Claudio se sumó a trabajar en el Instituto Nacional de la Reforma Agraria (INRA). Conoció de primera fuente el atraso ideológico y cultural en el campo, aprovechadas por la campaña contrarrevolucionaria para desperdigar centenas de ideas que sólo podían ser creídas por ignorancia. Pues la campaña ideológica promovida por el imperialismo es, incluso, más vieja que el mismo triunfo de la revolución. Y la revolución no triunfa con las arcas colmadas. Batista, y sus camarillas, antes de huir se robaron todos los recursos posibles. Así, la revolución no tenía recursos económicos ni técnicos para contrarrestar la penetración ideológica y toda acción armada de sabotaje. Y esas circunstancias exigieron esfuerzos notables de parte de los revolucionarios y del pueblo en su conjunto. Había que aumentar la producción, y combatir la penetración ideológica. De ahí que una de las colosales tareas de la revolución fue la creación de organizaciones orientadas a la cultura y el arte. Y en 1959, en marzo y abril se crearon el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y la Casa de las Américas, respectivamente. Desde las cuales se debía dar la batalla por las ideas.

Esa batalla ideológica no se ha tomado ni un día de recreo. “Hoy tenemos la gran guerra comunicacional en contra de la revolución cubana”, nos recuerda Claudio.

Y no ha sido tan sólo ideológica, porque desde los primeros días de la revolución, el imperial e impositivo vecino del norte ha impulsado y financiado campañas de desestabilización, sabotaje, atentados, asesinatos, y el criminal bloqueo económico. ¡No hay país en la historia que haya tenido semejante trato! ¡Ya son más de 60 años de obcecada condición impuesta por el imperio! Y esa circunstancia determina gran parte de la vida de la revolución cubana, en todas sus aristas.

El derrumbe de la URSS exigió más lucha. La revolución nunca se quedó sola, como ya lo hubiera deseado EE.UU. Los pueblos del mundo siempre hallaron la manera de retribuir la generosidad que ha tenido la Revolución, la que siempre ha actuado movida por el deber revolucionario, sin pedir nada a cambio. Por eso que “es una responsabilidad humana la de evitar los males en Cuba”, enfatiza Claudio.

Si bien hoy hay tranquilidad en todas las calles de Cuba, durante estos dos años ha sido muy difícil para el pueblo. “La pandemia ha cambiado hábitos y costumbres de vida, ha obligado a vivir de forma muy diferente. Las medidas agresivas del gobierno de Trump han hecho mucho daño. Ha dificultado la obtención de productos como el petróleo, materia prima para vacunas, alimentos, elementos para combatir la pandemia. Y eso ha sido la gota que ha colmado la paciencia de algunos cubanos”, explica Claudio. Cuba es un país que no tiene grandes ríos, ni fajas petroleras generosas, ni cobre ni metales preciosos. Se vale de plantas termoeléctricas para el suministro de energía, y éstas funcionan con petróleo. Y ese petróleo es obtenido por reservas nacionales y extranjeras, en razones aproximadas de 40% y 60%, respectivamente. Y las medidas del bloqueo comercial se traducen en numerosas dificultades en su transporte.

Ese contexto de dificultad, sumado a las comprensibles molestias del pueblo, fueron azuzadas oportunistamente por “elementos apátridas internos” que se apoyaron en la campaña producida paralelamente en el exterior. Saquearon algunos supermercados, atentaron contra algunas infraestructuras del Estado, propiedad del pueblo, buscando crear una imagen de “levantamiento popular” que fuera multiplicada por millón de veces desde los medios oficiales lacayos pro imperialistas de todos los países. Y la respuesta a esas acciones provino del mismo pueblo. El presidente Díaz-Canel llamó al pueblo a tomarse las calles, y estas se colmaron de gente de a pie, decidida a sacrificar su seguridad sanitaria para hacer frente a los conatos de desordenes oportunistas. Se tomó las calles no para golpear, ni para disparar ni para hacer declaraciones absurdas como “el enemigo poderoso”. Se las tomó para enfrentar las dificultades que provoca el inhumano bloqueo en conjunto con la pandemia y carencias concretas y reales. Así actúa el pueblo cubano, con conciencia.

Gerardo Hernández, uno de los cinco héroes cubanos, recordaba el método: “los barrios donde comenzó esto tienen sus problemas, problemas que hay que resolver y atender como hay que atenderlos y resolverlos en muchos otros barrios del país. Y esa es la misión que nos ha dado nuestro presidente, a pesar del bloqueo, de los recursos limitados del país. Hay que ver a veces dónde, estos pesitos que tenemos, dónde los ponemos. Hay que hacerle frente, hay que entrar a esos barrios, hay que conversar. Y la gente tiene que saber el problema que no se puede resolver, por qué no se puede resolver ahora. Y el que se pueda resolver, resolverlo…

Gerardo Hernández, desde el barrio La Güinera, donde se desarrollaron alguna de las manifestaciones el 11 de julio.

Claudio, hombre provisto de sabiduría, revolucionario latinoamericano, ante las preguntas reflexiona y elige sus palabras con detenimiento: “…la formación y madurez política de un ser humano no se produce en un momento, sino en la suma de los momentos que le toca vivir”. Su vitalidad hoy, en medio de una pandemia, con reclusiones y atenciones de salud resultado de sus años y algunas enfermedades, en lugar de debilitarle, fortalecen su energía y lucidez. Su actuar revolucionario no se ha detenido en ningún momento, porque la revolución allí no para. Luego de una pausa, concluye: “Para mí, la revolución ha sido parte muy fundamental de mi vida. La revolución cubana me hizo crecer política e ideológicamente. Me hizo tener una visión más clara de los problemas de este mundo. Y me hizo arribar a una conclusión, que uno puede llegar hasta las últimas consecuencias en la lucha por la revolución, dedicar sus años por entero hasta los últimos respiros. Siendo parte de la revolución se es parte de la humanidad”.

Y es eso lo que logran las revoluciones, desatar la humanidad de los pueblos, desarrollar las mejores cualidades de hombres y mujeres, lograr metas hasta allí imposibles… y establecer otras. En suma, poner al ser humano en el centro de toda acción, encaminar a la especie hacia una historia sin explotación ni opresión.

Los imperialistas y sus gobiernos lacayos esperan con impaciencia la caída de la revolución cubana. Esperan en vano. Tiemblan frente a los pueblos y sus capacidades. Saben que a la vuelta de la esquina está su propio derrumbe. Ellos son los que han de ir a parar al vertedero de la historia. Contrario a ellos, los pueblos del mundo solidarizan con la Cuba revolucionaria. Los pueblos del mundo no se confunden. Extienden su solidaridad y ésta no conoce límites. Es la contrapartida justa a la generosidad mostrada por el pueblo de Cuba para con el mundo. Y esta solidaridad es la verdadera, la correcta, la justa, es la solidaridad del pueblo, la de la clase trabajadora, la de mujeres y hombres que solo saben de actuar con decoro.

La Revolución cubana no está sola, los pueblos del mundo están con ella.