Se cumplen 46 años de un hecho vil. La dictadura militar y los medios de comunicación del país, quisieron engañar al pueblo chileno y al mundo de que no existían detenidos-desaparecidos.
La llamada “Operación Colombo” fue una campaña de la dictadura militar para tratar de cubrir con la duda el destino de 119 detenidos desaparecidos. Con el fin de que fuera creíble, durante varios meses fueron dando datos y exponiendo hechos en diferentes lugares del continente, que aparentaban que las desapariciones de los militantes de las organizaciones políticas se debían a rencillas internas y ajustes de cuentas entre ellos. Este montaje se ejecutó a través de la Dirección de Inteligencia Nacional, que trataba de convencer a la opinión pública nacional e internacional de que los detenidos-desaparecidos eran sólo una invención o una exageración de la propaganda contra el régimen.
La fecha de los secuestros de las personas que aparecen los listados va desde el 27 de mayo de 1974 al 20 de febrero de 1975. En su mayoría eran militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria y algunos del Partido Comunista, Partido Socialista, Movimiento Acción Popular Unitaria, Liga Comunista y otros sin militancia. Mayoritariamente eran jóvenes. Había 85 hombres y 34 mujeres.
La dictadura manejaba la desinformación a través de los diarios chilenos, que publicaban que los “presuntos desaparecidos” estaban en Argentina, adiestrándose militarmente para ingresar a Chile. Así lo exponían “El Mercurio”, “La Segunda”, “La Tercera”, “Las Últimas Noticias” y publicaciones extranjeras inventadas, como la revista argentina “Lea” y “Novo O’Dia” de Brasil. Los titulares de los diarios eran impactantes por el grado de saña: “exterminados como ratones”, “ejecutados por sus propios camaradas”, “sangrienta pugna en el exterior”.
Pese a todo el montaje, algunos antecedentes no cuadraban con lo expuesto por los diarios y las noticias falsas. La dictadura continuaría alegando la inexistencia de los detenidos desaparecidos. Incluso en 1977, ante la ONU, el embajador de Chile, Sergio Diez, seguiría afirmando que los “presuntos desaparecidos” eran personas en el exilio, que estaban muertas, que no existían o que habían sido purgados por sus propios compañeros.
Debido a las investigaciones, el ex dictador Augusto Pinochet fue desaforado en 2005, y en el año 2008 se dictó procesamiento y orden de arresto a 98 implicados en estos crímenes, funcionarios de las Fuerzas Armadas y civiles. Actuaron en este montaje una serie de periodistas de la prensa chilena. Ellos no fueron procesados como cómplices. Sólo tuvieron que decir que habían mentido para salir impunes.
La dictadura utilizó la mentira como normalidad. La persistencia de la mentira, incluso, les hacia creer que estaban diciendo la verdad. Si lo contrastamos con la actualidad, pasa lo mismo. La mentira indica la dirección en la que se mueve el actual régimen político y los que giran en torno a él. No hay prisioneros políticos, sino delincuentes. No hay vulneración de los derechos humanos, sino casos aislados. Las lesiones oculares no fueron hechas por los pacos, sino por los mismos manifestantes. Hoy, como ayer, los medios de comunicación y periodistas leales al régimen aplican el mismo método: el crimen y la mentira.