Lobos con piel de oveja

En la política hay dos clases que son irreconciliables: la clase trabajadora y la clase burguesa. La clase burguesa utiliza estratagemas para hacer aparecer, en escenarios de crisis, a otra clase que es intermedia, apaciguadora y negociadora, pero que responde a sus intereses. Son lobos con piel de oveja.

Aristóteles sostenía que la política era el medio para lograr que los seres humanos puedan actuar con virtud y alcanzar la felicidad. En nuestro medio, los políticos están, ellos mismos, alejados de toda virtud y, ciertamente, no piensan en la felicidad de todos. Lo importante para ellos es no perder los privilegios, los cargos, el poder, tanto el suyo personal, como el de sus partidos.

Son políticos profesionales en un solo sentido de la palabra: viven de eso. Lo que, al final, les interesa no es el pueblo, sino si ellos conservarán sus regalías. Por esa razón, no se puede esperar mucho de los políticos, cualquiera sea su orientación política. Sin duda, algunos son más conservadores y otros más liberales, algunos no quieren ningún cambio y otros, sólo reformas, pero son lo mismo.

El pueblo sabe eso. Pero para protegerse necesita saber, en cada momento, quiénes son sus enemigos. Es una pregunta, a menudo, difícil. Quizás, para resolver el enigma tendríamos que volver a las enseñanzas de nuestros padres: no confíes en aquellos que se te acercan amigablemente y sonriendo; algo buscan. Hoy sucede eso. Existe un grupo que sabemos que son los enemigos jurados del pueblo; que no les importan nuestros problemas; que nos ven como rotos; que les importan más los objetos que un ser humano; que los guía el dinero y que les da lo mismo cómo lo obtienen; que no dudan en usar la fuerza en contra de nosotros, si se sienten amenazados; que creen que, porque tienen dinero, son superiores. Esa gente es peligrosa, pues se alían a gobiernos extranjeros, cometiendo traición, para sujetarse al poder. Lo importante es que son muy pocos y conocemos quienes son.

Pero hay otros enemigos, que son lobos, pero van disfrazados con piel de oveja. Estos políticos aparecen en épocas en que la política se desprestigia y ellos aparecen como los salvadores. Los partidos políticos añejos siempre están detrás, pero bien lejos: aparecen como independientes.

Son jóvenes, es decir, sin pasado y aparentan defender ideas nuevas y aspiraciones. Han hecho carrera política y profesional, pero no le han trabajado un día a nadie. Sus discursos son rimbombantes, pero carentes de sustancia. Detrás de ellos, se mueve la pequeña burguesía; la oligarquía ve con buenos ojos su existencia, pues son manejables, todo se puede negociar, sus familiares trabajan para el Estado. Este enemigo que merodea entre nosotros es peligroso, pues sirve al rico, al oligarca, porque éste les regala de las sobras. Cuando deben escoger entre el pueblo y la burguesía, no quepa duda que escogerán a sus amos. En muchas oportunidades, podemos saber quiénes son porque, cuando el pueblo no cumple con sus expectativas, lo denigran: «son ignorantes, no saben», «si no votas no puedes alegar», «la violencia es mala», «hay que separar entre delincuentes y manifestantes», «hay cosas que no se pueden tocar», «se debe negociar», «hay que llegar acuerdos», «hay que ser sensatos», etc.

En consecuencia, los enemigos del pueblo se reconocen fácilmente, cuando hay que definirse con quienes están, siempre estarán del otro lado, con los que poseen el poder económico y tratarán de negociar o interceder para proteger el régimen político. Los enemigos del pueblo pertenecen a una clase que maneja la economía y la política y que tiene a sus esbirros que van cambiando según las décadas, los lobos con piel de oveja: Frei, Tomic, Aylwin, Zaldívar, MEO, Lagos, Bachelet, Boric, etc.