¿Por quién doblan las campanas?

La euforia de la prensa oficial, de los círculos conservadores y de lo que algunos llaman “el partido del orden” con el triunfo de Gabriel Boric y Sebastián Sichel en las primarias del régimen, contrasta con el tono apagado con el que la ciudadanía recibió la victoria. Debe ser por la pandemia o el frío, sin duda. Además ¿cuándo ha salido la gente a celebrar un éxito electoral un domingo en la noche? ¡Nunca…! ¿cierto?

¿Por quién doblan las campanas?

La verdad es que muchos «lo veían venir»: Sebastián Sichel ganaría su primaria. Era muy grande la oposición en la derecha en contra de Lavín, muy poderosos los contrincantes internos. La pregunta era si el reemplazante escogido por los sectores más reaccionarios iba a resultar. A primera vista, no parecía que mucho. Ni chicha ni limoná, deambulante por todo el espectro político, protegido predilecto de una camarilla rancia de ex-DC -Mariana Aylwin, Gutenberg Martínez, Juan José Santa Cruz- y chico de los mandados de un hombre sancionado con la pérdida de sus derechos políticos, Andrés Chadwick.

Pero nada de eso es una falla. Es, al contrario, parte del diseño. Un candidato fácilmente descartable, como hecho para ser gastado en una primera vuelta sin más destino que defender el 20% del rechazo. Después, para la segunda vuelta, se verá. No es raro que no hubiera mucha algarabía en Vitacura o Las Condes la noche pasada. Y los partidos de la derecha menos podían celebrar: la estrategia les dejó los dos principales, UDI y RN, en el piso. Y el tercero, Evópoli, acaso terminó peor. Nadie brinda por un pacto suicida.

Y en la otra primaria, la felicidad se extendió a los dirigentes y sus acólitos, los eternos postulantes a futuros cargos que los acompañan en todas. Pero… ¿la ciudadanía, tan motivada por el discurso “convocante” del candidato vencedor? Al parecer no les llegó la «convocatoria», porque no mostró ni la nariz. ¿Y el pueblo allendista, tan extrañamente evocado por Gabriel Boric? Las anchas alamedas y su culminación contemporánea, Plaza Dignidad, no supieron de su presunto jolgorio.

El toque de queda, el frío, el domingo, la noche, alguna razón habría para ese silencio popular. Y la más segura es que la indiferencia se aplique a un político de familia acomodada ligada al aparato y las prebendas de cargos y favores de la DC, que ascendió pactando con la Concertación y representa las aspiraciones sociales de lo que comúnmente se llama la “pequeña burguesía”, que de burgués puede tener algunos rasgos, preferencias o temores, mas no lo principal: capital. Es simplemente un sector social pequeño en alcance, pero ambicioso en sus proyectos. Como oscila entre las clases fundamentales de la sociedad -los capitalistas y los trabajadores- sueña con establecer el “término medio”, la conciliación, el diálogo y la amplitud, entre explotadores y explotados.  

Y Boric es un representante nítido de esas aspiraciones cuando éstas se expresan de manera progresista. Único problema: no sólo pactó para ascender, sino que siguió pactando, ya no su avance político personal, sino los derechos y las exigencias del pueblo movilizado. Propició, junto al UDI José Antonio Coloma, en el baño de hombres de la sede en Santiago del Senado, un acuerdo que protegió al gobierno criminal de Piñera y a todo el régimen político corrupto. Traicionó al pueblo esa vez… y otras más.

Ambos candidatos están en el lado opuesto del pueblo. Representan a los partidos del régimen, que han tratado de lavar su imagen poniendo “rostros nuevos”. Repiten, pero a lo zombie y solos, lo que hiciera Frei en 1964, cuando pregonaba en la “marcha de la patria joven” la “revolución en libertad”: puro cuento para obstaculizar el avance popular. Aunque, entonces, sí se juntó gente.

Las grandes masas salen a celebrar acontecimientos trascendentes para el pueblo, no cualquier cosa. Y celebrarán cuando, de verdad, el pueblo, los trabajadores, sean los que tomen las riendas de su historia.

Hoy las campanas no doblan por estos candidatos ¡doblan por el pueblo!