La madre

El martes 6 de julio falleció Luisa Toledo Sepúlveda, una incansable luchadora por el legado de la lucha de sus hijos Rafael, Eduardo y Pablo asesinados por la dictadura militar.

El martes 6 de julio falleció Luisa Toledo Sepúlveda, una madre incansable, luchadora por el legado de la lucha de sus hijos Rafael, Eduardo y Pablo asesinados por la dictadura militar y por la causa de nuestro pueblo.

Cuenta la historia griega que una mujer de Esparta tenía cinco hijos que estaban luchando en defensa de su patria. Cuando esperaba noticias de la batalla, un esclavo le informó que sus cinco hijos habían caído en combate. Indignada, la madre le respondió: ¡lo que quiero saber es si hemos conseguido la victoria! Sólo entonces los lloraré. El estoicismo de los espartanos se asemeja a la fuerza que tuvieron que tener muchas mujeres chilenas ante la muerte de sus hijos. Luisa Toledo fue una de ellas.

El 29 de marzo de 1985, Eduardo Antonio, de 25 años y Rafael Mauricio Vergara Toledo, de 18 años, son asesinados por Carabineros. Los persiguen, les disparan y los matan. La patrulla la dirigía el subteniente Alex Ambler Hinojosa e iban a su orden Nelson Toledo Puente, Marcelo Muñoz Cifuentes y Jorge Marín Jiménez. Jorge Marín, le disparará a Rafael en la nuca al interior del furgón. Eduardo quedaría botado en la calle, muerto.

Ambos eran hijos de Luisa Toledo. Cuando ese día llega la CNI, el órgano represor de la dictadura, a allanar su vivienda, los agentes se burlan de ella: le preguntan cuántos hijos tiene. Ella le respondió que le habían matado uno. Ellos se ríen y le dicen que son dos.

Luisa Toledo perdería a su tercer hijo, Pablo, en 1988, quien muere en Temuco junto Araceli Romo. La versión oficial de la dictadura decía que estaban instalando una bomba.

“Ellos dieron la vida por su pueblo”, diría Luisa Toledo sobre sus hijos. En reconocimiento de la lucha de esos jóvenes, cada 29 de marzo se recuerda el día del Joven Combatiente.

Luisa Toledo no sólo dedicó su vida a exigir la verdad y la justicia para sus hijos. Fue, ante las renuncias y contemporizaciones, las debilidades y los compromisos, un símbolo de fortaleza. Representó una presencia profundamente chilena: la madre, la luchadora.  

Y eso es lo que fue: una incansable luchadora por la liberación de su pueblo. Estuvo presente en el levantamiento popular del 18 de octubre, insuflando fuerza y rectitud moral para cambiarlo todo.

Resuena su voz llamando a organizarse, a luchar y a vencer.

En palabras de la poesía, es la madre que exclama:

Si aún vives, nunca digas “nunca”
 Lo que parece cierto, no es cierto
 Las cosas que son como son, no seguirán así
 Luego de que haya hablado la clase dominante,
 alzarán su voz los dominados 
 ¿Quién se atreve a decir “nunca”?
 ¿Quién tiene la culpa de que gobierne la opresión? Nosotros
 ¿Quién es responsable de derrocar la opresión? Nosotros
 ¡Los que han sido golpeados, se levantarán!
 ¡Quién haya sido derrotado, volverá a luchar!
 ¿Quién puede detener a quien haya comprendido su situación?
 Las víctimas de hoy serán los vencedores del mañana
 Y el nunca será cambiado en hoy 

Y así continúa llevando la bandera, incansablemente.