Una nueva jornada de movilizaciones sacude al Líbano. En Trípoli el ejército tuvo que salir a resguardar zonas estratégicas ante la acción de un enardecido pueblo que enfrenta una crisis económica sin parangón. La peor en un siglo, dicen los expertos. Cortes de electricidad, escases de combustibles y una moneda cuyo poder adquisitivo cayó en un 100% en los últimos días. El colmo, el anuncio de terminar con un subsidio a la importación de combustibles.
El ejército tuvo que ser apostado en las cercanías de las oficinas de la compañía Electricité du Liban debido a la amenaza de una turba indignada por los constantes apagones en el país, la carestía de la vida y el alza de hasta un 35% de los combustibles.
Según los medios que reportan el conflicto, se han registrado bloqueos en carreteras y quemas de neumáticos en las ciudades de Beirut y Nabatiye, al sur del Líbano. El ejército también fue desplegado para su despeje. El presidente y el primer ministro, interinos ambos, han pedido a la población “expresar sus opiniones de manera respetuosa y sin bloqueos de vías y protestas”.
En medio de la profunda crisis económica el Ejecutivo anunció el viernes pasado el recorte de subsidios a los combustibles. La adopción de esta medida ha provocado aumentos de los precios cercanos al 35% por ciento, en una nación que también experimenta déficit de generación de electricidad, lo cual se expresa en apagones extensos y la paralización de servicios.
Para el economista libanés Jad Chaaban, esta reducción que golpea directamente las condiciones de vida de la población, supone un gran riesgo social y político, lo que se ha convertido en un “problema de seguridad nacional”.
Según el Banco Mundial, el producto interno bruto del país ha caído en un 40% desde 2018 a la fecha.