Más mentiras, más cortas las patas

El caso de la mujer contagiada con la variante Delta se ha convertido en un símbolo de la incompetencia del gobierno. Mentira sobre mentira. Así como van, mañana el gobierno afirmará que la paciente nunca existió. Mientras, el escuincle ministro se las agarró con Italia.

27 de junio de 2021

El gobierno dobla la apuesta. Ante el escándalo de la “paciente 1” de la variante Delta, justificó el incumplimiento de los protocolos sanitarios, con el “humanismo cristiano”. Según el cada vez más pequeño ministro de Salud, Enrique Paris, mintieron sobre la secuencia de los hechos porque no podían decir la verdad.

“Los datos de los pacientes para nosotros son datos sensibles, debemos cumplir con la ley de derechos y deberes del paciente porque nosotros teníamos el lugar, el nombre del hotel donde estuvo, teníamos el resultado de la PCR negativa pero esos exámenes no se pueden dar a conocer, eso solamente puede darlo a conocer el paciente”, declaró Paris. En otras palabras: cuando en una sesión de la Cámara de Diputados informó a los parlamentarios y a la opinión pública que la mujer había estado cinco días en el hotel de tránsito y el resto del tiempo en estricta cuarentena, no estaba infringiendo los derechos de los pacientes, porque los datos no eran verdaderos.

Un adalid, aunque chico, de la privacidad: está dispuesto a engañar a todo un país -y al mundo; se trata, al fin y al cabo, de una pandemia- para que no se divulguen los antecedentes personales de una paciente. Lo del supuesto permiso humanitario es aún más hilarante. Es evidente, considerando las distintas versiones, que la mujer viajó a Chile al funeral de su padre. Pero ¿por qué alguien le daría un permiso humanitario para viajar a San Javier a una ceremonia fúnebre a la cual no podría asistir, debido a que debía estar cuarentena?

No hace ningún sentido. Para nuestro escuincle doctor la cosa es más clara que el agua: “ella vino al funeral de su padre y esa es una razón humanitaria muy importante, y aquellos que practican el humanismo cristiano deberían entender que aquí había una razón humanitaria, de caridad y de compasión con esta familia”.

A estas alturas cabe preguntarse ¿quién será la señora aquella de San Javier? ¿Una de las amigas de Paris? ¿O de quién?

La mentira sobre la mentira oculta lo principal: existe la posibilidad de que la paciente haya adquirido la enfermedad en Chile, y no en Estados Unidos o en el avión. Es eso lo que se debe investigar o descartar. Pero el problema es que, aun si fuera verdad que sea la “paciente 1” de esta mutación, las autoridades, de manera negligente, están permitiendo que se disemine.

Cuando el gobierno se excede mucho, siempre es un indicador que la cosa va muy mal. El ministro Paris intervino en la disputa mundial sobre las vacunas. Hay muchos intereses comprometidos. Y es inevitable que, en ese conflicto, se cite el caso de Chile. Así lo hizo el primer ministro italiano, Mario Draghi, quien expuso la paradoja de un país con un alto grado de vacunación y un alto grado de desastre, es decir Chile. En la hipótesis de Draghi, eso es responsabilidad de la vacuna Sinovac, que es menos efectiva que otras vacunas. Pero eso no es verdad. La situación es un desastre debido a la política sanitaria criminal e inepta del gobierno.

Paris sabe eso y por eso salta como si lo hubiese picado una tarántula o una, si se permite la expresión, tarantella.

“La gente que no está bien informada no puede dar ese tipo de noticias en el foro europeo representado a países de prestigio. Por lo tanto, exijo que esas declaraciones se corrijan,” dijo chiquito. Están que tiemblan en Roma.