Sigue el estado de excepción y ya está la variante Delta

El Congreso aprobó una nueva prórroga del estado de excepción. La pandemia, a estas alturas, no es justificación: el gobierno quiere forzar la “normalidad”, a pesar de los contagios y las peligrosas nuevas variantes.

La UDI se opuso a la extensión del estado de excepción. Se demuestra así que la derecha está quebrada. Pero el gobierno contó con el invaluable apoyo de la oposición. Eso le permite seguir usando esa herramienta para proteger su supervivencia.

El Ejecutivo justificó la prolongación de la militarización virtual del país con las necesidades de la pandemia. El ministro del Interior adujo que varios de los bonos y ayudas sociales dependen él. El pequeñísimo ministro de Salud indicó que, sin estado de excepción, no se pueden decretar cuarentenas, ni integrar la red de salud.

Son excusas. La integración de la red de salud no se realiza en virtud del estado de excepción, sino sobre la base de convenios comerciales con las clínicas privadas y los hospitales de las Fuerzas Armadas. Las cuarentenas y otras medidas restrictivas están contenidas en el Código Sanitario, y las facilidades administrativas y financieras, son parte de la llamada alerta sanitaria.

Además, las autoridades no se cansan de repetir que las cuarentenas no sirven. Entonces ¿para qué quieren el estado de excepción para imponerlas?

No hubo nunca duda alguna sobre el carácter político del estado de excepción. Sirvió de cobertura para impedir protestas y manifestaciones, para entorpecer la organización social y para reprimir. Pero tampoco hubo dudas sobre la necesidad de aplicar medidas generales efectivas contra la pandemia. Las medidas, sin embargo, no han sido efectivas.

Y las autoridades están embarcadas, una vez más, en su criminal juego de “abrir la economía”. Además del levantamiento de la cuarentena en gran parte de la región metropolitana, se espera un nuevo plan “paso a paso”, con menos limitaciones al comercio, a la circulación de personas, además del eterno retorno a clases.

La maniobra es criminal y forzada. El gobierno sabe bien que los pronósticos para el futuro inmediato son oscuros. La vacunación no provoca la tan mentada “inmunidad de rebaño”. Las nuevas variantes siguen expandiéndose, a pesar de los anticuerpos que brindan las vacunas, especialmente, si, como en el caso chileno, las vacunas son menos efectivas.

La noticia de que se había descubierto el primer caso con la variante india o Delta es prueba de ello. Según se informó, una mujer proveniente de Estados Unidos, que dio negativo en dos tests, al embarcarse y al entrar al país, se enfermó de covid días después. La muestra de un tercer examen fue analizada y coincidía con la peligrosa mutación del virus. Se debe, al menos, considerar la posibilidad de que el contagio haya ocurrido en Chile. Pero no hay cómo saberlo, de verdad.

Chile tiene una muy limitada capacidad de secuenciación genómica, que es el procedimiento para descubrir qué variedad del virus está presente. Sólo se pueden procesar 350 muestras a la semana. Pero hay, por lo muy bajo, más de cuatro mil muestras positivas ¡todos los días!

Estas limitaciones eran conocidas cuando apareció, a fines del año pasado, la llamada variante inglesa. Entonces, el gobierno prometió que se iba a ampliar la capacidad a mil muestras por semana, una cantidad absolutamente insuficiente. Ha pasado medio año y todo sigue igual.

Es la demostración más palmaria de la incompetencia y la falta de escrúpulos del gobierno.

Bajo estas condiciones, el estado de excepción no es un mal necesario, sino un arma política que el gobierno y el régimen seguirán usando para protegerse. Los que denunciaban que el toque de queda, por ejemplo, era un mecanismo de “control social”, ahora presurosamente le dieron su voto a ese mismo control de un pequeño grupo que aún se aferra al poder.