Todo lo que sube tiene que bajar y toda la mierda flota. En Colombia, activistas por los derechos humanos hacen campaña para funar al embajador de su país en Chile. Guillermo Botero, está acusado de la tortura y asesinato extrajudicial de un ex gerrillero y de ocho niños en el departamento de Caquetá. Encontró refugio en Chile, donde fue bien recibido. Aquí no voló una mosca, ni de la oposición ni del Instituto de Derechos Humanos, para cuestionar el nombramiento.
“Flor de funcionario”. El embajador colombiano en Chile, Guillermo Botero, 72 años, empresario y activo militante del partido Centro Democrático -el mismo del reaccionario ultra derechista Álvaro Uribe- fue clave en la elección de Iván Duque. Y como suele ser en política, en agradecimiento recibió el cargo de Ministro de Defensa. Estuvo como titular de la cartera desde el 7 de agosto de 2018 hasta el 6 de noviembre de 2019.
En sus quince meses de gestión, dejó un cuestionado y criminal legado. Su renuncia fue inevitable luego de la ola de indignación y movilizaciones populares de 2019, tras el asesinato de ocho niños en una incursión del ejército colombiano en el departamento de Caquetá, en el sur selvático de Colombia.
Este caso, numerosas denuncias de asesinatos de “falsos positivos” (los matamos porque que eran guerrilleros, pero, ¡ups, parece que no!) y el crimen extrajudicial de Dimar Torres Arévalo (39) ex guerrillero, todos ellos a manos del ejército que él dirigía y defendía, sellaron su destino en Colombia. Acosado por la calle y una moción de censura del Congreso renunció el 6 noviembre de 2019.
Y aquí lo tenemos, pasando piola. Pero todo lo que sube tiene que bajar y la mierda siempre flota.