Los pueblos originarios

Se celebra el día de los pueblos originarios, pero no se advierte ninguna verdadera medida que indique que se los respeta, menos de que se los toma en cuenta.

Nuestros pueblos originarios y especialmente el mapuche, que es la base de nuestro país, sólo salen a relucir en los libros de historia.

En todas partes están nuestros antepasados mapuches. La estrella en la bandera nacional es la estrella de Arauco o mejor dicho, la estrella que usaba Lautaro como estandarte contra los españoles, y que Bernardo O’Higgins pondría en esa estrella solitaria como símbolo de nuestro pueblo. En nuestro escudo nacional, el color azul representa el territorio colonial y el rojo el territorio mapuche, ambos unidos por la estrella de Arauco. Ese simbolismo trasuntaría las fronteras y la logia que liberaría a nuestro continente de los españoles, llevaría el nombre del toqui mapuche que pensó que la única manera de librarnos del enemigo era yendo a combatirlos donde estaban. Para muchos, todo esto es abstracción.

No se puede celebrar lo abstracto, si todavía perdura lo concreto, los pueblos originarios. Es bonito hablar de los héroes mapuches, de la mitología selk’nam, del lenguaje Yámana, de las momias Chinchorro, cuando se usan como elementos retóricos. En la realidad, muchos de los pueblos originarios persisten en vivir y luchan en preservar su cultura. Lautaro, Caupolicán, Galvarino, Talcahuano, Lientur, Colo Colo, Guacolda, viven hoy día entre nosotros, conservamos su sangre y su herencia de lucha y defensa de su pueblo. Viven en la persistencia de no dejarnos avasallar, por increíbles que parezcan las fuerzas que están contra nosotros. Viven en los triunfos frente al enemigo, perviven en los hombres y mujeres de nuestro pueblo, herederos de su coraje.

Cuando nos instan a celebrar un día específico, de los pueblos originarios, pretenden decirnos que ya no están, pese a verlos. Nuestro pueblo procede de los hijos de Arauco, somos ellos. No han muerto.

Si respetaran a los pueblos originarios se enseñaría su idioma, se dignificaría su cultura, se resaltaría nuestro origen: Nada de eso se hace hoy.