Hace unos días asumió el nuevo primer ministro de Israel, Naftali Bennett, quien reemplazó a Benjamín Netanyahu. Su primer acto es bombardear a los palestinos.
No hay nada nuevo bajo el sol en la política israelí. A pesar del cambio de coalición gobernante y de primer ministro, sigue la táctica de bombardear la franja de Gaza. Israel calificó de actos terroristas unos globos incendiarios enviados por palestinos, que quemaron pastizales. Los palestinos sólo respondían a una provocación de la ultraderecha israelí que celebraba un aniversario más de la ocupación de Jerusalén en 1967, mediante un “desfile de las banderas”, marcado por las consignas racistas y los cánticos de “muerte a los árabes”.
Esta asimetría entre un acto y su respuesta, muestra con claridad lo que puede hacer un Estado genocida, que no es confrontado por organismos internacionales de derechos humanos, porque es amparado por Estados Unidos.
Muchos creyeron que la nueva coalición podía cambiar la relación de la violencia contra los palestinos. No es así. Incluso, han dejado claro que no les tiembla la mano para bombardear Gaza, y han ido más allá, pues han disparado con tanques hacia los puestos de vigilancia sirios cerca de los Altos del Golán, porque allí se encontrarían acantonados miembros de Hezbolá. ¿Es una muestra de poderío frente a los palestinos o de debilidad ante la oposición interna del bloque Likud y Netanyahu? El resultado es el mismo.